Jennifer Armentrout

La guerra de las dos reinas (Spanish Edition)

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  • Lilen Altamiranomembuat kutipan5 hari yang lalu
    —¿Recuerdas lo que te dijimos en Evaemon?

    Negué con la cabeza, mis pensamientos demasiado acelerados como para empezar siquiera a recordar a qué podría referirse.

    Sus ojos captaron los míos, y el dorado centelleó a la luz de las estrellas.

    —Te has enfrentado a Demonios y a vamprys, a hombres con máscaras de piel humana. Has amilanado a atlantianos que querían hacerte daño, te has apoderado de ciudades enteras y me has liberado a mí —enumeró. Acarició mi mejilla—. Eres más que una reina. Más que una diosa a punto de convertirse en una Primigenia. Eres Penellaphe Da’Neer, y no tienes miedo a nada.

    Se me atascó el aire en el pecho.

    Kieran acarició mi otra mejilla, lo cual hizo que deslizara los ojos hacia él. Sonrió.

    —Y no huyes de nada ni de nadie.

    La emoción atoró mi garganta, igual que había pasado en Evaemon, sus palabras tan poderosas como el eather que vibraba en mi pecho.

    Tenían razón.

    Era valiente.

    Fuerte.

    Y no tenía miedo.

    Asentí y me giré hacia delante justo cuando Delano rozó mis piernas y varios de los wolven nos adelantaron en ademán acechante. Levanté la barbilla y cuadré los hombros. Mi corazón se asentó cuando coronamos las escaleras.

    Delano se quedó a mi lado cuando los demás wolven se abrieron en abanico, sus cuerpos lustrosos a la luz de la luna mientras serpenteaban entre las estatuas de piedra pálida que representaban a dioses arrodillados y bordeaban el camino que llevaba hasta ella.

    Enfundada en un medio abrigo, medio vestido ceñido color carmesí, la Reina de Sangre estaba de pie delante de un altar utilizado antaño para exhibir los cuerpos de los sacerdotes y las sacerdotisas. La corona de rubíes y diamantes centelleaba sobre su cabeza como las estrellas que inundaban el cielo, lo mismo que el rubí que perforaba su nariz y el ancho cinturón enjoyado que ceñía su talle, visible debajo de ambos lados de su abrigo. Sus labios eran tan rojos como su ropa y, mientras estaba ahí de pie, era tan preciosa como horripilante.

    Mi madre.

    Mi enemiga.

    No estaba sola. Callum estaba a su derecha, tan dorado como el mismísimo sol. Docenas de caballeros y guardias reales la flanqueaban y una fila de doncellas personales esperaba detrás del altar, pero una en particular llamó mi atención.

    Millicent iba vestida como las otras doncellas personales:
  • Lilen Altamiranomembuat kutipan5 hari yang lalu
    —¿Qué llevas en esa caja? —pregunté. Tawny arqueó una ceja.

    —Yo me estaba preguntando lo mismo.

    —Las coronas —repuso Netta, y me tendió la caja—. Poppy se fue sin ellas. No estoy segura de si de verdad se olvidó o si fue intencionado.

    Poppy se medio encogió de hombros.

    —Oh. —Tawny abrió mucho los ojos y me di cuenta de que habían empezado a recuperar un poco de color—. Ni siquiera las he visto.

    Levanté la tapa, gesto que vino seguido de la suave exclamación de Tawny. Los huesos dorados descansaban lado a lado, centelleando a la luz del sol que entraba a raudales por la ventana.

    —Son preciosas. —Tawny levantó la vista hacia Poppy—. Yo me la pondría todos los días y todas las noches. Incluso en la cama.

    Mis cejas se arquearon y pensé que todavía no le había hecho el amor a Poppy con la corona puesta. Una sonrisa perezosa empezó a reptar por mi cara. Los ojos de Poppy volaron hacia los míos. Kieran suspiró.

    —Le acabas de dar, supongo que sin querer, ideas a Cas.

    —Siento curiosidad por esas ideas —comentó Tawny mientras yo sacaba una corona.

    —No la tienes —se apresuró a decir Poppy.

    —Estate quieta un momento —le murmuré a Poppy mientras depositaba la corona sobre su cabeza—. Perfecta.

    Tawny observó a Poppy levantar la corona restante.

    —¿Están hechas de huesos de verdad?

    —Así es —repuse.

    —¿En serio? —Tawny ya no parecía tan enamorada de las coronas como hacía tan solo unos instantes.

    Poppy hizo una mueca cuando agaché la cabeza.

    —Intento no pensar en ello.

    —¿De quién son los huesos? —preguntó.

    —No creo que nadie conozca la respuesta a esa pregunta —dijo Kieran—. Todo lo que sabemos es que no son huesos de deidades. Hay quien cree que son los huesos de un dios.

    —O de un Primigenio —añadió Netta—. Pero solo revelan su verdadero aspecto cuando una deidad o un dios se sientan en el trono. —Hizo una pausa—. O un Primigenio.

    Poppy puso la corona sobre mi cabeza.

    —Ya está —susurró, los ojos centelleantes. Sus manos se demoraron un instante de más y nuestros ojos se cruzaron, y el maldito mundo entero pasó a segundo plano—. Ahora está perfecta.

    La emoción atoró mi garganta y comprimió mi pecho. No era la corona sobre mi cabeza lo que me había emocionado sino las manos que la habían colocado ahí.
  • Lilen Altamiranomembuat kutipan5 hari yang lalu
    El Demonio se tambaleaba a través de la densa neblina, sus ojos rojos como brasas desquiciados por el hambre, y su piel macilenta y a ronchas pegada al cráneo de milagro.

    —Ese… —Casteel rotó sobre sí mismo, sus movimientos tan elegantes como los de cualquier bailarín de las fiestas que se celebraban en Masadonia. Su espada de heliotropo cortó a través del aire con un silbido y seccionó la cabeza de un Demonio—. Es uno viejo.

    Viejo era quedarse muy corto.

    No tenía ni idea de cuándo se habría transformado este Demonio. Su piel estaba en tan mal estado como su ropa. Su boca se abrió para revelar varias hileras irregulares de colmillos. Aullando, el Demonio corrió hacia mí. Apreté bien la mano sobre mi daga de hueso de wolven y…

    Un veloz lobuno de pelaje castaño rojizo explotó de entre la neblina, aterrizó sobre la espalda del Demonio y lo derribó.

    —Oh, venga ya —refunfuñé—. Ese ya era mío.

    Una impronta con sabor a cedro y vainilla me llegó a través del notam. La risa de Vonetta flotó a través de mis pensamientos.

    Entorné los ojos en su dirección. Ni siquiera deberías estar aquí, regente.

    Su risa sonó más fuerte, más alegre, mientras desgarraba el pecho del Demonio con sus garras, directa a su corazón.

    Hice una mueca.

    —Eso es asqueroso.

    —No te preocupes, hay muchos más para que apuñales. —Emil agarró a un Demonio y lo empujó hacia atrás contra la corteza húmeda y grisácea de un árbol de sangre—. Porque están… por todas partes. Elige el que más te guste.

    Giré en redondo cuando un chillido perforó el aire. Distinguí las figuras de al menos una docena de Demonios más en la neblina.

    Tres días en la región más nororiental del Bosque de Sangre y esta era la primera vez que nos cruzábamos con una horda de este tamaño. Habíamos visto a unos pocos Demonios aquí y allá; media docena juntos, como mucho. Pero el día de hoy… ¿o era la noche? Era difícil de decir tan profundos en el bosque, donde el sol era incapaz de penetrar y la nevisca era una compañera constante, pero daba la impresión de que habíamos dado con una de sus guaridas.

    Salté a un lado mientras Naill acababa con uno que pareció brotar del suelo.
  • Lilen Altamiranomembuat kutipan5 hari yang lalu
    Deslicé el pulgar por encima de su clítoris y me maravillé por la forma en que se tensó su cuerpo, cómo su mano dejó de moverse. Sonreí.

    —¿Y qué tal esto?

    Poppy gimió y era un sonido que podría escuchar durante toda la eternidad.

    —Eso me gusta mucho —murmuró, pero su mano abandonó mi pene y se cerró en torno a mi muñeca para retirar mi mano de ella—. Pero quiero más.

    Poppy se movió entonces. Soltó mi mano y se apoyó sobre los codos. La bata, medio desatada, resbaló por sus brazos. Nunca en toda mi vida había estado más agradecido por la vista aumentada que ella tanto envidiaba.

    Sus pechos rosados empujaron hacia arriba, los pezones erectos. Tenía las mejillas arreboladas, las piernas abiertas, relajadas y tentadoras. Mi maldita boca se me hizo agua solo de verla. Me incorporé un poco.

    —Eres preciosa. —Me empapé de cada centímetro de carne a la vista—. ¿Sabes qué no entiendo?

    —¿Qué?

    —¿Cómo puedes no pasar el día entero con esos bonitos dedos entre esos bonitos muslos? —Deslicé una mano debajo de la bata y agarré su cadera—. Eso es lo que haría yo si fuese tú.

    Poppy se echó a reír.

    —Entonces conseguirías hacer muy pocas cosas.

    —Merecería la pena. —Mis ojos aterrizaron donde su mano descansaba sobre su bajo vientre, a meros centímetros de ese maravilloso calor suyo—. Acabo de darme cuenta de algo. —Se me secó la garganta—. ¿Alguna vez te has tocado?

    Un intenso rubor se extendió por sus mejillas y, después de un momento, asintió. Y joder, sentí una oleada de deseo casi dolorosa por todo el cuerpo.

    —No hay nada que pudiera gustarme más… —murmuré, y llevé su mano a mi boca. Cerré los labios en torno al dedo en el que llevaba nuestro anillo— que verte enseñarme exactamente cómo te tocas.
  • Lilen Altamiranomembuat kutipan5 hari yang lalu
    Me obligué a cerrar los ojos y a respirar despacio y, por algún milagro, conseguí dormir. No sabía cuánto tiempo había descansado antes de encontrarme en esa celda oscura y húmeda, con el arañar de unas garras de Demonio y el repiqueteo metálico de las cadenas como únicos sonidos. La banda de mi cuello estaba casi demasiado apretada para tragar o respirar hondo, y el dolor de mi mano y mi…

    Me desperté sobresaltado y abrí los ojos de golpe para ver sombras oscilar por las vigas vistas del techo. No estoy ahí. Mi corazón latía como un martillo pilón. Estoy aquí. El aire entraba y salía sibilante de mis pulmones mientras repetía esas palabras como una jodida oración.

    La cama se movió un poco mientras me pasaba las manos por la cara. Sentí la aspereza de los callos… el vacío de lo que faltaba ahí.

    Poppy rodó hacia mí y apretó su cuerpo medio tapado contra el mío.

    —Te he echado de menos —murmuró.

    Joder.

    Mi corazón.

    Su voz.

    Me calmó.

    Bajé las manos y enrosqué un brazo alrededor de su espalda para empaparme de su calor y su suavidad.

    —Y yo te he echado de menos a ti.

    Se contoneó para acercarse más y deslizó una pierna entre las mías.

    —¿Hablaste con tu padre?

    —El tiempo suficiente para decirle que fuera lo que fuere lo que sentía que tenía que decir, tendría que esperar. —Enredé los dedos en su pelo—. No estaba contento de oírlo, pero cedió.

    —Así que en realidad es como si no hubieses hablado con él para nada.

    —Ahora mismo, no quiero tener en la cabeza lo que sea que tenga que decirme —reconocí. Nada de lo que pudiera decirme ahora me haría comprender por qué él y mi madre nos ocultaron la identidad de la Reina de Sangre—. No cuando tenemos entre manos todo lo demás: encontrar a Malec, reunirnos con Isbeth, terminar con esta guerra.

    Su mano se deslizó por mi pecho.

    —Eso lo entiendo. —Bostezó con suavidad—. Es la razón de que no le hiciese más preguntas a Malik sobre la noche de Lockswood ni sobre Coralena y Leo.

    Bajé la vista hacia su coronilla. No estaba preparada para oír lo que fuese que pudiera contarle Malik. Igual que no lo estaba yo cuando se trataba de mi hermano y nuestro padre.
  • Lilen Altamiranomembuat kutipan6 hari yang lalu
    Callum se tambaleó hacia atrás mientras extraía la hoja de su pecho.

    —Por todos los dioses. —La sangre empezó a hacer espumarajos en su boca. El Retornado se desplomó sobre la mesa—. Eso ha dolido como… —masculló, mientras caía al suelo, muerto por ahora.

    Con el corazón desbocado, cerré la mano sobre la herida de Kieran y conjuré mi calor sanador.

    —No te asustes —dijo Isbeth con tono suave—. Se pondrá bien. La piedra umbra tendrá poco efecto sobre un wolven. Es la maldición que le ha pasado Callum lo que debería preocuparte.

    —¿Qué? —Los ojos de Casteel eran una tormenta de motas doradas que giraban a toda velocidad.

    —Una con un tiempo límite. Una que solo yo puedo retirar —continuó Isbeth—. Vuelve con Malec, o tu preciado wolven morirá.

    Los labios de Kieran se entreabrieron y mi ira bulló una vez más.

    Casteel quiso abalanzarse sobre ella, pero Malik giró y lo agarró mientras Kieran pasaba a la acción…

    —Déjalo estar. —Reaver estiró un brazo para bloquearle el paso a Kieran. Miró al wolven desde lo alto—. Déjalo estar.

    Kieran gruñó y apartó el brazo de Reaver de malos modos. Pero retrocedió, resollando. El corte seguía siendo visible sobre su brazo. Con lo superficial que era, solo el más breve de los contactos debería haberlo curado.

    Isbeth estaba impertérrita, aburrida incluso. La odiaba. Por todos los dioses, cómo la odiaba.

    —Necesito tiempo —logré farfullar—. Por lo tanto, Kieran necesita tiempo.

    Los ojos de Isbeth se iluminaron con un resplandor tenue.

    —Te doy una semana.

    —Necesito más tiempo que eso. El reino es inmenso. Tres semanas.

    —Dos. Tu wolven estará bien durante ese tiempo. No más.

    —Muy bien —espeté, cortante, aunque percibía la preocupación de Kieran. Dos semanas sonaban como mucho tiempo, pero no cuando no teníamos ni idea de por dónde empezar a buscar en el Bosque de Sangre. Si pudiéramos estrechar la localización de Malec…—. Necesito algo más. Algo que haya pertenecido a Malec.

    Isbeth frunció el ceño.

    —¿Por qué?

    —¿Acaso importa? —pregunté.

    —Depende. ¿Lo recuperaré?

    —No lo sé. Quizá. Con ello, debería ser capaz de llegar a su sepulcro antes.
  • Lilen Altamiranomembuat kutipan6 hari yang lalu
    Casteel giró a toda velocidad, agarró una daga de la mesa y la lanzó, todo en un solo movimiento fluido. La hoja dio en el blanco, justo entre los ojos del Retornado.

    —Veamos cuánto tardas en recuperarte de eso.

    —Lo que tarde en extraer esa daga —nos llegó una voz. El Retornado dorado salió con calma de las sombras del pasillo. Callum.

    —Tú —bufó Casteel.

    —Tienes mucho mejor aspecto que la última vez que te vi —repuso Callum, y una intensa furia inundó todo mi ser. No estaba solo. Un rápido vistazo reveló al menos media docena de guardias más con él. Todos de ojos pálidos.

    —Reaver —dije—. Hay algo que me gustaría que hicieras por mí, y te va a encantar hacerlo.

    El draken esbozó una sonrisa sedienta de sangre. Pasó entre Casteel y yo.

    Callum echó un vistazo a Reaver y un ala pintada subió en un lado de su cara.

    —Creo que sé lo que eres.

    —Y yo creo que estás a punto de confirmarlo. —Una nubecilla de humo brotó de los ollares de Reaver.

    —Tal vez más tarde. —Callum levantó una mano.

    Clariza apareció en el pasillo, la nariz ensangrentada y una daga al cuello. Un guardia la empujó en dirección a Callum, que la agarró al tiempo que Blaz entraba arrastrando los pies, sujeto por otro guardia.

    —¿Tan cobarde eres para usarlos como escudo? —lo increpé, furiosa.

    —Dices «cobarde» —se defendió Callum, mientras la ira de Clariza se arremolinaba en mi garganta—. Yo digo «listo».

    Kieran vino a ponerse a mi otro lado.

    —Este cabrón sabe contar chistes.

    —Infinitos. —Callum echó un vistazo al wolven—. Cuando todo esto termine, me quedaré contigo. Siempre he querido un lobo como mascota.

    —Que te den —gruñó Kieran.

    La ira no fue lo único que percibí procedente de la pareja a medida que la violencia espesaba el aire. También estaban llenos de una determinación salada. Estaban preparados para morir.

    Pero no podía permitirlo.
  • Lilen Altamiranomembuat kutipan6 hari yang lalu
    Casteel se puso de rodillas, levantó el cuerpo del mío. Antes de que pudiese adivinar siquiera lo que iba a hacer, agarró mi cadera una vez más. Me volteó sobre la tripa y luego me puso también de rodillas.

    —Necesito sentir tu piel contra la mía —masculló en una voz apenas reconocible.

    Mi trenza suelta cayó hacia delante cuando una mano agarró el faldón de mi túnica y levantó la camisa por encima de mi cabeza. Casteel tiró de ella hacia abajo de modo que se arremolinara en mis muñecas.

    La brusquedad con que tiró de la fina tela, el lugar en donde se atascó debajo de mis pechos, me provocaron una oleada perversa por la sangre. Su mano, sin embargo… La ternura con la que deslizó la palma de su mano por el centro de mi espalda hizo que mi corazón se hinchiera.

    Bajó la mano por mi culo y luego entre mis muslos, donde enroscó un dedo y rozó esa parte tan caliente de mí. Me estremecí.

    Todo mi cuerpo dio un respingo cuando rasgó mis pantalones y dejó al descubierto mi culo y mis partes más sensibles. Giré la cabeza hacia el lado a toda velocidad, sorprendida. Yo misma empecé a girarme…

    Un sonido retumbante de advertencia llenó la habitación. El instinto me hizo detenerme, todos mis sentidos a flor de piel. Mis ojos volaron hacia los suyos, pero él tenía la vista clavada en la raja que había creado en los pantalones. Parecía tan hambriento como antes, pero sabía que no era sangre lo que ansiaba ahora.

    Levantó mis caderas y apenas lo vi moverse. Todo lo que supe fue que su boca estaba sobre mí. El aire escapó de mis pulmones. Su lengua hurgó dentro de mi calor húmedo y giró la cabeza; eso me arrancó un grito de placer cuando un colmillo rozó mi sensible haz de nervios. Las pasadas de su lengua eran firmes y decididas. Lamía y succionaba. Se dio un festín, alimentándose de mí con la misma desesperación que antes en mi cuello. Estaba perdida. Mi cuerpo trató de seguirlo, pero las manos de mis caderas me sujetaban en el sitio.

    Casteel me devoró.

    Yo me sacudí y temblé, el calor se acumuló en mi interior y bulló fiero e intenso… casi demasiado intenso. Mis dedos se enroscaron, los clavé en el suelo cuando arrastró un colmillo por el haz de nervios una vez más. Di una sacudida y solté un gritito por una aguda punzada de dolor. Su boca se cerró en torno a la piel palpitante y esa sensación reverberó en la marca del mordisco de mi cuello. Y eso… eso… fue demasiado.
  • Lilen Altamiranomembuat kutipan6 hari yang lalu
    —¿Qué crees que les pasa a los mortales con los que los vamprys se ponen un poco demasiado glotones? No pueden dejar que se transformen en sus casas —explicó Malik cuando coronábamos la pendiente. Continuamos adelante por la densa y turbulenta neblina—. Los dejan tirados en los subterráneos, donde se transforman. A veces, salen; ya sabéis, cuando los dioses están enfadados. Aunque, claro, una porción importante de los diezmos entregados a los templos ayuda a aliviar la ira lo suficiente como para lidiar con los Demonios.

    Entorné los ojos sobre la espalda de Malik.

    —¿Y a ti eso te parece bien? ¿Que a gente inocente la conviertan en monstruos? ¿Que le quiten el dinero a personas que no se lo pueden permitir?

    —Nunca he dicho que nada de eso me pareciese bien —repuso Malik.

    —Pero aquí estás. —Reaver escudriñó la neblina y la calle desierta—. ¿Aceptándolo todo por una hembra?

    —Tampoco he dicho en ningún momento que lo aceptara.

    Después de eso, nadie dijo nada durante un buen rato, aunque Kieran parecía vigilar a Malik con mayor atención aún. Caminamos por lo que sabía que eran las afueras del claustrofóbico barrio de Croft’s Cross, aunque no lograba ver ninguno de los edificios amontonados unos sobre otros en filas escalonadas y apelotonadas. Fueron el aroma del mar y el olor de demasiadas personas forzadas a vivir en un sitio demasiado pequeño lo que me dio la pista.

    La neblina se estaba difuminando por los bordes del barrio cercano al mar. Vi una porción mayor de las aguas besadas por la luz de la luna, pero seguían gritando órdenes desde el Adarve, seguían disparando flechas. Y no habían hecho sonar ningún cuerno para alertar a los ciudadanos de que todo era seguro.

    La neblina era más húmeda aquí, más cerca del océano, y una fina película de sudor perlaba mi frente bajo la capucha. Las estrechas calles de lo que parecían ser tiendas y casas estaban vacías y silenciosas en la niebla. Ni siquiera se oían nuestras pisadas cuando cortamos entre dos edificios de un solo piso y empezamos a subir por el empinado camino, un sendero de tierra entre abedules.

    —¿Quién es este amigo? —preguntó Kieran, rompiendo el silencio—. ¿Y hasta dónde demonios vamos a caminar? ¿Hasta Atlantia?

    —Hasta Stonehill —repuse yo mientras Malik soltaba una carcajada breve—. ¿Verdad?

    —Verdad.
  • Lilen Altamiranomembuat kutipan6 hari yang lalu
    Había cientos de antorchas alineadas en tierra justo al otro lado de la muralla, sus llamas vibrantes y estables. Servían como señal de seguridad y promesa de protección. Estaban todas encendidas.

    Una distracción.

    Una grande.

    Pensé en la neblina, en cómo giraba alrededor de los Demonios y cubría las montañas Skotos. Era magia primigenia. Una extensión de su ser y de su voluntad. Lo cual, pensé, significaba que podía ser conjurada.

    No sabía si esto funcionaría. Yo no era una Primigenia, pero sí era la descendiente del Primigenio por excelencia. Su esencia fluía por mis venas. Los drakens respondían a mi voluntad. El notam primigenio me conectaba con los wolven.

    Apoyé las manos sobre el alféizar de piedra de la ventana, cerré los ojos y llamé al eather para que saliera a la superficie. La esencia respondió en un fogonazo estimulante mientras imaginaba la neblina en mi mente, espesa como una nube, igual que estaba en las Skotos. La vi brotar del suelo, la vi crecer y expandirse. Mi piel se calentó mientras la imaginaba rodando por las colinas y los prados a las afueras de la capital, cada vez más densa, hasta que oscureció todo a su paso. No me paré ahí cuando abrí los ojos.

    Unas chispas plateadas crepitaban por mi piel mientras miraba al Adarve y esperaba. Me recordó a una noche y una ciudad diferentes, a una yo diferente, una que creía en la protección del Adarve. En esa seguridad.

    Al otro lado del Adarve, una llama empezó a parpadear como loca. El eather giró a través de mí, por encima de mí, mientras continuaba instando a la neblina a avanzar. La conjuraba. La creaba.

    La llama de al lado de la primera empezó a danzar, luego otra y otra, hasta que la masa entera titilaba frenética y escupía ascuas varios metros en todas direcciones. Las dos antorchas del final de la fila fueron las primeras en apagarse y después se apagaron todas en rápida sucesión, sumiendo la tierra más allá del Adarve en una completa oscuridad.
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