Para nosotros, los terapeutas, esto significa que tiene un buen narcisismo. Esta palabra suele tener una connotación peyorativa: el narcisista es aquel que sólo piensa en sí mismo, sólo se quiere a él, se observa constantemente. Sin embargo, Freud demostró que esta actitud es secundaria; es un síntoma que intenta rellenar un vacío, el de un narcisismo primario que falla. ¿Qué es el narcisismo primario? Es el verdadero amor de los padres, el amor desinteresado por definición, que constituye el núcleo del ego del niño. Este ego es tanto más fuerte cuanto mayor es la certeza de haber sido deseado (lo cual va más allá de las ganas de «concebir» o no a un hijo) o, al menos, amado. Cuando ha faltado este amor —y siempre falta un poco, incluso en los casos normales— el amor por uno mismo, el narcisismo (secundario, en este caso), aparece de un modo visible, ostentador y penoso para el entorno. Tenemos un ejemplo con el narcisismo de la adolescencia, periodo durante el cual los mecanismos de formación del ego se ponen en marcha por segunda vez.