Siempre bajo la lluvia

Hoy es el día en que soy valiente, hoy es el día que viajo en busca de mi independencia, mi batalla no dejará sangre sobre el pasto, no morirán muchos, pero, tal vez, habrá más lágrimas de las que quisiera.

Emma, por su parte, nunca se hizo preguntas para saber si lo amaba. Creía que el amor debía llegar de repente

comprendo por qué puede lastimarnos tanto alguien que solo nos ha olvidado, que ha decidido ir por otro camino sin nuestra compañía

El invierno llegó con toda su furia justo esa noche, a esa hora y eso le recordó que la lluvia no siempre augura cosas buenas. Aquel aguacero marcó el final de una historia que ella nunca quiso que acabara. Esa noche de noviembre, el cielo se desplomó sobre Ciudad del Sol y sobre Nika.

—¿Sabes en que parte de tu cuerpo habita tu alma, hijo?

—No, mamá.

—Justo debajo del corazón. —Con ternura me tocó en el pecho con su dedo y sonrió—. Ahí hay un huequito, justo ahí vive tu alma. —Yo escuchaba con atención—. Por eso cuando pierden a alguien o algo valioso, a las personas les duele el pecho, uno piensa que es el corazón, pero es el alma la que duele.

No entendí de qué me hablaba mi madre, pero fui creciendo y todo fue más claro. En este momento, mirando el mar, me agarro el pecho, tratando de calmar este sufrimiento.

—Cuando morimos, se está listo para entender todos los misterios que nos rodean, entonces, el alma sale de nuestro pecho y se integra al universo, para hacer parte de él, para estar en él.

Sus lágrimas eran delgadas, ligeras y se extinguían con rapidez sobre sus mejillas tiernas. Luego, sonreía de nuevo, y a la semana siguiente ya le gustaba otro y seguía así, como si no recordara nada de los amores que recién nacían y luego morían

pensé que conocía bien esta pequeña ciudad y tú me demuestras que solo conocí lo que me interesó de ella. Creo que nos pasa así con las personas, logramos conocer una pequeña parte de lo que son

Esa tarde, como ya era costumbre, nos dimos todo el placer que pudimos, nuestros cuerpos se encontraron por última vez en el suelo de la bodega, mezclándose en una sola caricia, en besos que nunca más se repetirían, en un amor que no fue diseñado para durar para siempre.

Sabía que los días que vendrían serían terribles sin él allí, pero, así como me acostumbré a su presencia, también lo haría a su ausencia, solo necesitaba algo de tiempo.

Afuera comienza a caer una leve llovizna y los amantes, que creyeron haberse olvidado en la carrera absurda del tiempo, se vuelven a amar, desconociendo que lo han hecho siempre, siempre bajo la lluvia.