Fernanda Melchor

Temporada de huracanes

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Un grupo de niños encuentra un cadáver flotando en las aguas turbias de un canal de riego cercano a la ranchería de La Matosa. El cuerpo resulta ser de la Bruja, una mujer que heredó dicho oficio de su madre fallecida, y a quienes los pobladores de esa zona rural respetaban y temían. Tras el macabro hallazgo, las sospechas y habladurías recaerán sobre un grupo de muchachos del pueblo, a quienes días antes una vecina vio mientras huían de casa de la hechicera, cargando lo que parecía ser un cuerpo inerte. A partir de ahí, los personajes involucrados en el crimen nos contarán su historia mientras los lectores nos sumergimos en la vida de este lugar acosado por la miseria y el abandono, y donde convergen la violencia del erotismo más oscuro y las sórdidas relaciones de poder. Con un ritmo y un lenguaje magistrales, Fernanda Melchor explora en esta obra las sinrazones que subyacen a los actos más desesperados de barbarie pasional. Una novela cruda y desgarradora en la que el lector quedará envuelto, atrapado por las palabras y la atmósfera de terrible, aunque gozosa, fatalidad.
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257 halaman cetak
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Kesan

  • Silvia Arenasmembagikan kesantahun lalu
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Kutipan

  • Silvia Arenasmembuat kutipantahun lalu
    El agua no puede hacerles nada ya y lo oscuro no dura pa’ siempre. ¿Ya vieron? ¿La luz que brilla a lo lejos? ¿La lucecita aquella que parece una estrella? Para allá tienen que irse, les explicó; para allá está la salida de este agujero.
  • Silvia Arenasmembuat kutipantahun lalu
    ¿Por qué mejor no los entierra parados?, sugirió el güero, arrojando la colilla al fondo de la fosa. El pendejo lo decía en broma, pero el Abuelo sabía que aquello nunca funcionaba. Daban mucha guerra si no estaban acostaditos, bien acomodados el uno sobre el otro. Ellos mismos se sentían incómodos y se removían y la gente no podía olvidarlos y ellos se quedaban atrapados en este mundo y luego andaban haciendo desfiguros, dando tumbos por entre las sepulturas, espantando a la gente.
  • Silvia Arenasmembuat kutipantahun lalu
    Que respeten el silencio muerto de aquella casa, el dolor de las desgraciadas que ahí vivieron. Eso es lo que dicen las mujeres del pueblo: que no hay tesoro ahí dentro, que no hay oro ni plata ni diamantes ni nada más que un dolor punzante que se niega a disolverse.
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