Todos los que no eran lo bastante fuertes, dotados, laboriosos e íntegros como para encontrar en la vida la recompensa y satisfacción a las que aspiraban, aunque no estuvieran justificadas por su saber, preparación y personalidad, sintieron que había llegado el momento de ocupar el empleo, la posición social y el despacho que de otra forma no alcanzarían: con el pretexto de la «marginación», el palurdo creía tener derecho a la recompensa y al éxito