Seis de cuervos

Cuando todo el mundo sabe que eres un monstruo, no necesitas perder el tiempo haciendo monstruosidades.

Cuando te lo quitaban todo, encontrabas la forma de sacar algo de la nada.

No había ninguna parte de él que no estuviera rota, que no hubiera curado mal, y no había ninguna parte de él que no fuera más fuerte por haber estado rota.

Pero Kaz tenía esperanza ahora, esperanza y furia, llamas gemelas que ardían en su interior.

—Cuando todo el mundo sabe que eres un monstruo, no necesitas perder el tiempo haciendo monstruosidades.

Cuando la chica miró a Kaz, no podía creer lo que veían sus ojos.

—Por todos los Santos, Kaz, de verdad pareces feliz.

—No seas ridícula —dijo él. Pero no había error posible. Kaz Brekker estaba sonriendo como un idiota.

Que sin quererlo había comenzado a apoyarse en ella, a buscarla, la necesitaba cerca. Tenía que darle las gracias por su nuevo sombrero.

Ella se rio y, si el joven hubiera podido embotellar el sonido y emborracharse con él cada noche, lo habría hecho. Eso lo aterrorizaba.

Me han hecho para protegerte. Solo la muerte romperá este juramento.

—¿Solo chicas?

Jesper reprimió una sonrisa.

—No. No solo chicas.