La palabra es gaseosa cuando murmura, cuando se disuelve en expectativas ajenas, cuando se reconstruye de boca en boca, cuando se descompone y cambia de sentido. El rumor y el chisme son gaseosos, volátiles. Como los decibeles necesarios para producir una avalancha, es importante elegir a la persona adecuada para empezar la cadena, el resto, es sólo espera y contagio.