es
Kobo Abe

Los Cuentos Siniestros

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Traducidos por primera vez al español y directamente del japonés, Eterna Cadencia Editora presenta en estos cuentos siniestros una muestra de lo mejor de su obra, ubicada entre los intrincados mundos kafkianos y las antiutopías de Phlip K. Dick. Lo siniestro en el universo de Kobo Abe merodea en lo cotidiano, observa desde atrás del lugar común, o del progreso prometedor, como al acecho. Es un siniestro incorpóreo, ubicuo. Abe somete los valores corrientes a una mirada satírica y perspicaz que expone la lógica siniestra que subyace en ellos. Tan vanguardista en la estética como en la filosofía social, fue precursor en tratar temas que hoy son prioridad: los daños al ecosistema, la ceguera producto de la sobreinformación mediática, el aislamiento corrosivo que vive el individuo en las grandes urbes. Personajes nombrados por su inicial ignoran su participación en una gramática mayor, aunque el lector sí es invitado a reconsiderar la visión. Aun cuando opera la pura casualidad, toparse con un cadáver sin querer genera respuestas que terminan por enredar al inocente en una extraña (pero no ajena) culpabilidad. Escritos hace medio siglo, estos cuentos impactan por su actualidad, y uno los lee con urgencia, acaso con desvelo.
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Kutipan

  • Gaby TeDemembuat kutipan5 tahun yang lalu
    Los criminales también producen jueces, oficiales, policías, verdugos y jurados. A su vez, estos profesionales inventan nuevos métodos para desarrollar capacidades inherentes en la mente humana para así satisfacer deseos constantemente renovados. Piénsese tan solo en la tortura, por ejemplo, que ha logrado estimular el proceso de mecanización y subyugar a los trabajadores manuales a la labor productiva.
  • carolina carbajalmembuat kutipan6 tahun yang lalu
    Al no encontrar alimento en el mundo exterior, el hombre lo debe buscar en su interior; si no se consigue lo que se desea, se transforma en un ser que deja de desear, en lugar de persistir en el deseo.
  • carolina carbajalmembuat kutipan6 tahun yang lalu
    YO odio los perros. A mi modo de ver, ellos reflejan la vulgaridad humana con fidelidad y verlos me produce un asco irrefrenable. Los dueños de los perros me repugnan aún más. Comprendo a la gente que cuida los perros con algún objetivo específico, tal como sucede con los pequeños productores, que los mantienen por necesidad laboral, sea para vigilar las ovejas o para transportar los trineos, pero no soporto a esos seres pretenciosos que los tienen solo para amarrarlos al porche de sus casas miserables; esto, para mí, no es sino un síntoma de la degeneración humana.

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