El Papa Francisco, al inicio de su Pontificado, hizo extensivo “el llamado” a cada cristiano a establecer un encuentro personal e íntimo con Jesucristo, el Señor, y a dejarse encontrar por Él, a partir de las realidades que le tocan vivir, para ser allí mismo, con su vida y vocación, testimonio gozoso del Evangelio:
«Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor"" («Evangelii gaudium», 2).
UN OASIS DE MISERICORDIA desea ser un eco de ese llamado, invitando al lector a reflexionar en torno al encuentro renovado que Dios anhela establecer personalmente con él, a través de su Hijo, por el Espíritu Santo, en modo particular en este tiempo de angustia, de sufrimiento, de incertidumbre, incluso de muerte, por el que atravesamos y que pone a prueba también nuestra fe (cfr. Dt 8, 2–5; Jdt 8, 21–23; 1Pe 1, 6–9).
Se trata de un libro de meditaciones cristianas para la vida, fundamentadas en la Palabra de Dios y el Magisterio del Santo Padre, cuyo contenido se orienta, como la leña encendida del hogar, a devolver al corazón la compañía silenciosa de la fe, la luz radiante de la esperanza y el fuego transformante del amor; portando el sentido de Dios a la difícil realidad por la que atravesamos, proponiendo el cultivo de una mirada transparente, serena, armoniosa que sea capaz de contemplar a Dios, vivo y presente, en medio de nosotros, cuidándonos, sosteniéndonos con su gracia, atrayéndonos con bondad.
El título de la Obra, tomado de Papa Francisco (cfr. “Misericordiae vultus”, 12), quiere expresar simbólicamente su propósito: ser “un lugar de encuentro”, donde poder descansar después de una larga travesía a través del desierto, recuperar la serenidad y la paz, y cultivar un diálogo sincero y abierto con uno mismo, con la Creación y con Dios. Cada meditación, como un vaso de barro, frágil pero disponible, quiere ser el instrumento para extraer del pozo profundo del corazón el Agua saludable que anhela saciar la sed, como peregrinos de la vida y discípulos del Señor.
Atravesamos una fase delicada en nuestra historia, pero también ello encierra el noble desafío y el llamado a levantar la mirada, a abrirnos al futuro con esperanza y renovada confianza en Dios, que ama la vida, aprendiendo de cada acontecimiento, que se nos presenta como una posibilidad de encontrar en Él el auténtico oasis que esconde el Agua viva, Cristo Jesús, anhelante de saciar los vacíos de nuestro corazón, y colmar de felicidad y entusiasmo nuestra vida, al amparo de su paz (cfr. Ap 21, 6).