puedes matar a un enemigo antes de que éste se convierta en tu enemigo. Sólo das un golpe a alguien cuando se ha convertido al cien por cien en un enemigo y presenta un cien por cien de oposición. Si te sientes atraído por una persona que tiene interés en hacer el amor contigo, haces el amor con ella. Pero no la violas. Es la misma idea.
Cuando el guerrero tiene que matar a su enemigo, tiene ternura en el corazón. Mira a su enemigo directamente a la cara. Agarras la espada con resolución y firmeza, y entonces, con ternura en el corazón, partes a tu enemigo en dos. De este modo, matar a tu enemigo es equivalente a hacer el amor con él. Ese golpe muy fuerte, poderoso, es también compasivo. Ese golpe valeroso es aterrador, ¿no crees? No queremos afrontar esa posibilidad.
Por el contrario, si estamos en contacto con la bondad básica, siempre nos relacionamos con el mundo directamente, sin necesidad de que elijamos hacerlo, ya sea una respuesta destructiva o una respuesta constructiva lo que la energía de la situación exija. La idea de renuncia debe relacionarse, en cualquier situación que surja, con un sentimiento de tristeza y ternura. Rechazamos la mentalidad dura y agresiva del matón callejero. Los trastornos neuróticos creados por la superación de las emociones contrapuestas, o kleshas, surgen de la ignorancia, o avidya. Ésta es la ignorancia fundamental que subyace en toda actividad orientada por el ego. La ignorancia es muy violenta y siempre está dispuesta a seguir con su visión propia de las cosas. Por tanto, se siente muy justa. Vencerla es la esencia de la renuncia: no tenemos aristas cortantes.
La condición del guerrero es tierna, sin piel o tejido que lo proteja, desnuda y pura. Es suave y amable. Has renunciado a ponerte una nueva armadura. Has renunciado a desarrollar una piel dura y gruesa. Estás dispuesto a exponer tu carne desnuda, tus huesos y tu médula al mundo.