Amigo imaginario

Me ha costado cincuenta años encontrarte. No te voy a dejar —dijo Ambrose.

Mientras le cosía los labios a Scott, ni siquiera oía los desgarradores gritos bajo el ruido blanco de su propia cabeza.

Se daría cuenta de que no podría quererla más al ver lo que había elegido.

1 recambio de ropa

2 mudas

1 par de botas de montaña

Y, claro, un cuchillo de carnicero, cinta americana, cuerda, cremalleras, hilo, una docena de agujas y 250 metros de estambre negro que había comprado de oferta.

Perfecto para una escapada de fin de semana.

Qué pena lo que estaba a punto de ocurrirle a ese niño.

Y en ese momento ocurrió.

Al principio no lo entendía. Las páginas estaban tan borrosas que casi parecían grises. Entornó más los ojos, pero ya no encontraba las formas. Ya no veía las siluetas de las letras. Se acercó la lupa. Nada. Se quitó las gafas bifocales. Nada de nuevo.

Finalmente se había quedado ciego.

Christopher tiene muerte cerebral, señora Reese.

Este gas no te duerme, Christopher. Hace que estés más despierto. Queremos que lo sientas todo.

Y no entendía por qué le dolían tanto los pechos. ¿Eso les pasaba a las chicas cuando se volvían activas en el sexo oral? No lo sabía.

Si arrestaran a Dios por asesinato, ¿la gente pediría que le aplicaran la pena de muerte?

Si arrestaran a Dios por asesinato, ¿qué le haría la gente?