Nos engañamos con el bien, la verdad, la belleza; con la justicia, la igualdad y la fraternidad; con el humanismo y el socialismo.
¿Por qué no nos sentimos en paz simplemente sentados y mirándonos uno al otro? Al mirarnos, descubrimos las maravillas del otro y aprendemos a valorarnos mutuamente. Al mirarnos, reconocemos las maravillas del aquí y del ahora. Al mirarnos, podemos ver nuestras mutuas aspiraciones y problemas, al igual que nuestros miedos, sufrimientos y soledad. Cuando vemos y comprendemos nuestro propio dolor y sufrimiento, así como el de la otra persona, empiezan a crecer en nosotros la comprensión y la compasión. Estas son energías que tienen el poder de sanarnos, de transformarnos. Este es el secreto para alimentar el amor.