Mi historia

He sido estudiante de Arte, por lo que el arte me importa tanto como a cualquier persona que estuviera en la galería en el momento de mi protesta. Pero me importa más la justicia que el arte. Creo firmemente que cuando la nación cierra los ojos a la justicia y prefiere que se maltrate y torture a las mujeres que luchan por ella, una acción como la mía es comprensible. No digo que sea excusable, pero sí comprensible.

Nuestro derecho como mujeres a ser escuchadas y ayudadas por Su Majestad es mayor aún que cualquiera que posean los hombres, puesto que se basa en la falta de cualquier otro medio constitucional para poder solucionar nuestros problemas. Carecemos del poder de votar a los miembros del Parlamento, por lo que para nosotras no existe la Cámara de los Comunes. No tenemos voz en la Cámara de los Lores. Pero sí que tenemos un rey, y a él es a quien nos dirigimos.

Fue en ese momento, febrero de 1913, hace menos de dos años, cuando nació nuestro activismo tal y como lo entiende el público actualmente: una guerra de guerrillas contra el Gobierno, una guerra destructiva y continuada en el tiempo basada en causar destrozos en la propiedad privada.

Cuando el segundo Proyecto de Ley de Conciliación se estaba debatiendo en 1911, lord Lytton dijo:

—Si este proyecto de ley no sale adelante, no habrá quien detenga el movimiento sufragista de las mujeres. El espíritu conciliatorio de esta proposición será destruido, y por todo el país se librará una guerra furiosa, desgarradora, salvaje y amarga que nadie desea.

Había hecho un llamamiento a las mujeres para que se uniesen a mí en la misión de derrotar al Gobierno mediante lo único que preocupa seriamente a los gobiernos: las propiedades.

Les pido que tengan en cuenta que en nuestra revuelta solo hicimos uso de métodos pacíficos, hasta que vimos claramente que no nos iban a servir; y que después, durante años, solo realizamos acciones leves, hasta que los ministros se burlaron de nosotras y nos dijeron que no conseguiríamos el voto hasta que no fuéramos tan violentas como lo habían sido los hombres en sus reivindicaciones sufragistas.

Hay algo que a los gobiernos les importa más que la vida humana: proteger las propiedades, así que será atacando propiedades como venceremos a nuestro enemigo.

La Unión Social y Política de las Mujeres no es un grupo de mujeres anónimas que están locas e histéricas, tal y como les han querido hacer creer, sino una organización clave que cuenta entre sus socias con gente muy importante. Está formada por mujeres de todas las clases que componen nuestra sociedad, mujeres que tienen influencia en sus propias organizaciones obreras como obreras que son; mujeres que tienen influencia en organizaciones profesionales como profesionales que son; mujeres de elevada posición social; incluso tenemos entre las socias de esta organización a mujeres de la realeza, por lo que no sería bonito que un Gobierno democrático se enfrentara al conjunto de esta organización.

Los gobiernos siempre han intentado acabar con los movimientos reformistas, destruir las ideas y matar aquello que no puede morir. Siguen persiguiendo lo inalcanzable sin prestar atención a las lecciones de la historia, que demuestran que ningún mandatario ha tenido éxito en tamaña empresa.

Solo existe un punto de vista, el de los hombres, y aunque los hombres lo han hecho lo mejor que han podido, no pueden llegar muy lejos sin las mujeres y sin la perspectiva de las mujeres. Es duro pensar en el caos en el que está sumido este país.