La casa de los suicidios

Esperé. La mujer se quedó mirándome.

—Hay más. No dejé de hacerlo, después de mi hermano.

Tras escuchar la historia del caso de boca de Lane, había pasado la noche buscando en internet y leyendo todo lo que pudo sobre los asesinatos del Instituto Westmont. Había sido una distracción de la angustia de prepararse para viajar en avión a la mañana siguiente.

Dos de las caras pertenecían a los alumnos que habían sido asesinados.

Experimentó un vértigo mental que lo hizo sentirse mareado hasta que el ruido del tren de carga lo trajo de nuevo al presente

Pero no podía alterar el pasado. Solamente podía controlar el presente con la esperanza de cambiar el futuro.

El descubrimiento consiste en ver lo que han visto todos los demás y pensar lo que nadie más ha pensado.

Miré hacia las vías y lo único que quedaba de mi hermano era su zapatilla derecha,

empalado sobre una de las puntas de hierro de la verja.

Había sido levantado con cuidado y luego lo habían dejado caer para que la punta afilada del barrote le atravesara el mentón y la cara y saliera por la parte superior del cráneo.

Di un paso atrás y lo empujé.

El tren rugía a toda velocidad hacia nosotros. Di un paso atrás y lo empujé.