Iudicium, el juicio y la oportunidad de decir…de mostrar el derecho, una opinión, un dictamen.
He aquí el dictamen de unos pocos suspendido en el tiempo, la muerte de Judas Iscariote, sinónimo de avaricia, traición y condena. He aquí el mayor de los suicidas que guarda silencio. Treinta monedas de plata, una soga, suicidio…acaso mentiras todas acuñadas con ingenio, repetidas por siglos, salpicadas de pinceladas de verdad con olor a azufre, sangre, dolor y celos.
Y de pronto, surge un redentor armado de palabras e historias de vidas pasadas, cicatrices como emblemas en su armadura humana, capitán de grandes batallas, vulnerables y terrenas, muchas otras celestiales y grandiosas. Rolando, el protagonista de una liberación personal y épica que implicará acciones en realidades alternas, penurias para retornar al campo donde la adversidad resulta un poderoso aliciente para rescatar la verdad y una alma atrapada en una incómoda mentira del Universo.
Ángeles casi humanos, siempre en lucha y en desvelo. Un Valle de suicidas sin entender «el amor al prójimo como a ti mismo». Un amor también incondicional a la grandeza divina, develado entre líneas como origen de un sacrificio desdibujado para el mundo.