La vista desde las últimas filas

A veces la literatura de ficción te permite enfrentarte al veneno del mundo sin sucumbir a él.

Un cómic, por lo general, es un medio tan manejable y tan personal que un creador puede limitarse a crear arte, a contar historias y ver si hay alguien que quiera leerlas. No tener que gustar a la fuerza concede una gran libertad.

Hay tres frases que resumen las distintas opciones que se pueden abrazar para escribir sobre un mundo que todavía no existe (podéis definirlo como ciencia ficción o como ficción especulativa; podéis llamarlo como queráis), y son frases bien sencillas:

¿QUÉ SUCEDERÍA SI…?

SI TAN SOLO…

SI ESTO SIGUE ASÍ…

«¿Qué sucedería si…?» nos permite cambiar, distanciarnos de nuestras vidas. (¿Qué sucedería si los extraterrestres aterrizaran mañana en nuestro planeta y nos concedieran todos nuestros deseos, pero a cambio de algo?)

«Si tan solo…» nos permite examinar la gloria y los peligros del mañana. (Si tan solo los perros pudieran hablar. Si tan solo yo fuera invisible.)

«Si esto sigue así…» es la expresión que posee un carácter más predictivo de las tres, aunque no intenta predecir un futuro real, con la caótica confusión que este futuro lleva aparejada.

Aprendí dos cosas muy importantes.

La primera, que hay que ser extremadamente selectivo con el público.

Y la segunda, que las palabras tienen poder.

Outrageous Tales era, no vamos a negarlo, un cómic (en 1987, todavía no se usaba demasiado la expresión novela gráfica) ofensivo. Nos habíamos propuesto, por lo menos yo, escandalizar a la gente, demostrar que en la Biblia hay historias terriblemente desagradables, sacarlas a la luz, hacer que se hablara de ello, suscitar un debate. El libro se concibió, en parte, para escandalizar y ofender, porque criticábamos algo que se decía en la Biblia y que para nosotros era escandaloso y ofensivo.

El género no depende del tema.

El género no depende del tema.

Los que nos dedicamos a contar historias sabemos que nuestro oficio consiste en mentir. Pero son mentiras buenas, que dicen verdades, y nuestros lectores se merecen que las construyamos lo mejor que podamos. Porque en algún lugar, ahí fuera, hay alguien que necesita esa historia. Alguien que crecerá con un paisaje diferente, que sin esa historia sería una persona diferente. Y que con esa historia puede tener esperanza o sabiduría o amabilidad o consuelo.

Y por eso escribimos.

Tenemos la obligación de hacer que las cosas sean hermosas, de no dejar un mundo más feo que el que nos encontramos.

La literatura de ficción es la mentira que cuenta la verdad,