Vamos a la vida

“Todas son nuestras hijas; Todas son nuestras muertas”.
¿Hasta cuándo podremos soportarlo?
Gracias.

La Humanidad nunca supo tanto como ahora sobre la naturaleza y composición del cosmos y jamás estuvo más lejos de las estrellas que en el presente. Por fortuna, persiste el misterio ante el porvenir.” Dicho y hecho, tal parece que Sergio se introdujo en él

En los años transcurrido entre 2003 –Huesos en el desierto- y ahora se ha avanzado mucho en la conceptualización del feminicidio, en su teorización, pero no hemos podido ni sabido impedir el aumento constante de asesinatos de mujeres con las consabidas torturas que normalizan la barbarie

Sergio habla de “la tragedia de la supervivencia”, de enfrentar lo que viene como la “amenaza del desamparo extremo”. Nos habla de la realidad y de lo que está oculto por debajo de ella, la infra-realidad, la poética y la política, en este país convertido en “zona de sombras”.
Sergio fue un periodista sobreviviente, como tantos otros y otras ahora. Y pienso que los tres periodistas asesinados en marzo, con el bombazo del crimen de Miroslava, pusieron a prueba el corazón de Sergio –que lo tenía fuerte, muy ejercitado y en forma para los afectos, la emoción y la amistad- con pequeños estallidos durante los tres o cuatro días antes de la explosión final.
Hace muchos años yo leía la sección “Numeralia” de la revista Nexos que firmaba aquel Sergio que yo no conocía, y lo imaginaba como un obsesivo explorador en busca de datos que coleccionaba como un buen detective. Algunos de aquellos datos llegaron a tener nombres propios y Sergio empezó a correr el riesgo de nombrarlos. Eran “los pillos” como él los llamaba. Ya desde entonces, el siglo pasado, a través de los datos de Numeralia, empezaba a entrar en el país la mala condición del mundo por la ventana que nos abría Sergio, el coleccionista y detective.
No conozco bien al Sergio de la “ficción”. Conozco al del ensayo, al del periodismo narrativo de investigación, al de lo que empezaba a llamarse “no ficción” en una traducción literal del anglosajón. Y sin su trilogía “Huesos- de un hombre sin cabeza-en un campo de guerra”, no se podría entender algo esencial de este país partido por la mitad, partido en dos, en múltiples esquirlas, descuartizado en dos extremidades extremas que acaban siendo la vida y la muerte, pero no la división entre buenos y malos, que no se la cree ni consuela a nadie.

Sergio habla de “la tragedia de la supervivencia”, de enfrentar lo que viene como la “amenaza del desamparo extremo”. Nos habla de la realidad y de lo que está oculto por debajo de ella, la infra-realidad, la poética y la política, en este país convertido en “zona de sombras”.

Lo veo con la imaginación, que no es el recuerdo, con lo cual parece que la frontera entre el aquí y el otro allá se ha disuelto, la frontera entre la vida y la muerte que vivimos constantemente en este país partido y de sobrevivientes. De niñas y niños, huérfanos o no, que dibujan ataúdes en sus sesiones de terapia colectiva

Sergio nunca se amedrentó. Ni ante los hostigamientos de la policía política ni ante el poder de los capos de la cultura. Yo nunca lo oí quejarse ni victimizarse

Acaso porque Sergio comprendió, mejor que ningún otro intelectual mexicano, la importancia de lo que él llamaba la “geopolítica” y que años atrás hubiéramos denominado simplemente imperialismo: la influencia de Estados Unidos en la política mexicana a través de sus agencias de inteligencia: la ola de muerte y de violaciones a los derechos humanos no era sólo un capricho de Felipe Calderón. Era también una estrategia de los gringos para ejercer mejor control de nuestro país, de los flujos de migrantes, las drogas y las armas. Éramos el campo de guerra de intereses imperialistas.

Es decir, Sergio empezó y concluyó su vida periodística bajo amenazas y seguimientos que pretendían espiarlo y callarlo

Sergio evitó convertirse en un cacique de la cultura. Como escribió Guillermo Fadanelli: “no acumuló riquezas ni poder… permitió la libre circulación de los bienes”. Y es verdad. Recuerdo que le angustiaba que pronto se le acabaría la beca del Sistema Nacional de Creadores, pero eso no detenía su liberalidad para invitar las comidas y los tragos y regalarte libros.