Palabras radiantes

Shallan rugió, extendiendo las manos hacia delante. La bruma se retorció y rebulló en sus manos mientras una brillante hoja plateada se formaba allí y atravesaba el pecho de Tyn. La mujer apenas tuvo tiempo de jadear de sorpresa mientras sus ojos se quemaban en su cráneo.

Debajo, los oscuros abismos iban pasando uno tras otro. Meseta. Pozo. Meseta. Pozo. Esta sensación… de volar sobre la tierra… la había experimentado antes, en sueños.

Debajo, los oscuros abismos iban pasando uno tras otro. Meseta. Pozo. Meseta. Pozo. Esta sensación… de volar sobre la tierra… la había experimentado antes, en sueños.

Ella conocía esta hoja.

Pertenecía a su hermano Helaran.

«Los parshendi —tradujo, todavía distraída por la naturaleza de los caracteres— deben de saber cómo hacer regresar a los Portadores del Vacío».

En resumen, si alguien piensa que Kazilah era inocente, que examine los hechos y los niegue por completo; decir que los Radiantes perdieron su integridad al ejecutar a uno de los suyos, alguien que había confraternizado de manera tan obvia con los elementos insanos, indica el más indolente de los razonamientos; pues la siniestra influencia del enemigo exigía vigilancia en todas las ocasiones, en la paz y en la guerra.

Quiero decir, si vamos a casi-más-o-menos-tal-vez casarnos, deberíamos cuidar de los intereses del otro.

Aquella mata de pelo despeinado la hacía querer alargar la mano y pasarle los dedos por encima. «Nuestros hijos tendrían el pelo más raro del mundo —pensó

¿Mill aceptó tan poco a cambio?

—Obviamente, no conocía tu verdadero valor.

El amor… el amor es como una melodía clásica.

Shallan sonrió.

—¿Si acabas la actuación demasiado rápido, el público se siente decepcionado?