Breve historia de la revolución rusa

«No conozco otro modo de defender mis fronteras que extendiéndolas».

Catalina II sentó el principio político de que, a causa del gran tamaño del territorio imperial, sólo era posible en Rusia un gobierno autocrático.

primero mediante una disposición secreta (11 de julio de 1929) y posteriormente con un decreto público (15 de abril de 1930).

Jamás un fracaso de tal envergadura derivó en un éxito semejante. La Revolución rusa ya había fracasado en 1922 al no haber logrado cumplir su objetivo principal.

En el idioma ruso no existe una palabra que signifique directamente «seguridad». Se usa un giro perifrástico: bezopasnost (literalmente, «sin peligro»).

Por tanto, a lo largo de su historia, Rusia garantizaba su seguridad nacional aumentando su territorio: cuanto mayor fuera la zona buffer entre Rusia y sus enemigos potenciales, mayor sería la seguridad nacional.

Las características del actual régimen ruso, que se autodenomina «democracia soberana» y constituye una mezcla de los modelos autocráticos zarista y comunista, muestran que el ciclo revolucionario todavía no ha concluido.

Sólo los hechos posteriores a la Revolución revelaron cuáles habían sido sus verdaderos motivos y objetivos:

la elaboración del sujeto, inédito hasta entonces (el sovietski narod o pueblo soviético), de una supuesta revolución «popular».

Los marxistas ampliaron la definición política de «revolución» introducida por la Revolución francesa –el asalto violento y masivo desde abajo y la consiguiente reestructuración del poder– al añadir que la revolución no acaba con la conquista del poder, sino que debe continuar porque su misión no es sólo el cambio del poder político sino la creación de un nuevo orden económico y social, de una sociedad sin clases y de un «hombre nuevo» portador de cualidades altruistas y solidarias.