Peach

A través de la espuma, veo cómo se sumergen y se ahogan mis lágrimas, cómo se marchan por el desagüe. Quiero seguirlas, largarme con ellas.

De pronto me noto arrebatada por el terror. No puedo llorar, se me está derritiendo el rostro. Se me abren los labios, no logro abrir los ojos

La raja roja viaja, se propaga por mi barriga. Noto cómo cae la carne. Caigo con ella. Noto la erosión de mis piernas.

No puedo mover la mano para despedirme. No puedo mecer al bebé. Bebé, si estas alas me sirvieran para volar, volaría hacia ti.

En la oscuridad, pienso en la merma de mis miembros.

Los observo devorar a mi demonio y me uno a ellos. Y las bebidas fluyen. Comiendo. Bailando. Riéndose. Brilla el sol. Hasta que se pone el sol

Trago. Abro los ojos. Sonrisas. Entusiasmo. Alborozo. Aplausos. Mamá suelta una lagrimita de alegría que se desliza por su mejilla. ¡Sabíamos que podías hacerlo, Peach!, grita papá, orgulloso.

me quedo un rato con la mirada fija en la oscuridad y pienso en las formas y las sombras que él adoptaba y proyectaba cuando atacaba y ahora ya no tengo miedo y no me arrepiento

Reconstruir el horror. Multiplicar el monstruo. He matado. He matado al monstruo que me acosaba, rebosante de violencia.

No ha engendrado nada en mí, no ha generado nada. El miedo es generoso y me va a alimentar. Después lo cagaré y me sentiré mejor