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Roger Bartra

El duelo de los ángeles

  • Miguel Ángel Vidaurremembuat kutipan2 tahun yang lalu
    Pero el hecho es que el visionario Swedenborg fascinó a Kant tanto, o más, que el profeta Komarnicki: de ambos dementes extrajo lecciones sobre lo que llamó el «reino de las sombras».
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    encontramos «soñadores de la sensación», que son mucho más interesantes ya que alegan tener comunicación con los espíritus, dicen haber visto apariciones o quimeras y aseguran haber visitado el mundo de los fantasmas. Esto explica que
    Kant se haya dedicado vivamente a investigar las proezas de Swedenborg, una persona que supuestamente estaba dotada de la extraordinaria capacidad de comunicarse con almas y espíritus que viven separados de sus cuerpos, y a leer meticulosamente los ocho volúmenes de su Arcana Caelestia, donde se explica entre otras muchas cosas que existe un mundo de los espíritus con el que es posible entrar en contacto. E
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    El reino de las sombras —dice Kant en 1766— es el paraíso de los fantastas. En él encuentran una tierra sin límites donde pueden establecer a capricho su residencia. Vapores hipocondríacos, cuentos de viejas y prodigios conventuales les proporcionan sobrados materiales para construirla».
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    locura de la razón» (Wahnwitz, demencia
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    La noble melancolía podía ser un camino alternativo para sentir el vértigo ante la boca del negro abismo en un intento mórbido por penetrar lo impenetrable. Pero si, por alguna causa, el hombre intenta adentrarse en la naturaleza, queriendo ir más allá de los sentidos sin que la razón establezca antes sus propios designios, puede llegar a un mundo oscuro y misterioso de cosas enrevesadas, desordenadas y trastornadas.
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    La melancolía puede también acompañar una percepción terrorífica de lo sublime, como en el caso de la soledad profunda,
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    El entusiasmo de Kant por la melancolía no hizo que ignorara las amenazas que se ocultan y acechan en la oscuridad de la noche sublime. Se trata de las extrañas variedades en que puede degenerar la melancolía al caer en la más extrema imperfección. La extravagante exaltación de las hazañas es propia de los fantastas, de los visionarios que llevan más allá de lo normal el sentido de lo sublime o lo bello, y que por ello —explica Kant— suelen ser clasificadas como experiencias románticas.
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    Sin embargo, en uno u otro caso, la melancolía era una forma que eludía la razón y que conducía a los espacios oscuros y grandiosos donde los ojos del filósofo están ciegos y son incapaces de comprender los misterios del placer y del horror. Por eso Kant advierte, al inicio de su ensayo sobre lo bello
    y lo sublime, que usará más los ojos del observador que los del filósofo.
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    Las cosas sublimes que puede percibir el melancólico constituyen una colección heterogénea, evidente a los ojos de un filósofo del siglo XVIII, pero que hoy en día nos suenan extrañas e insólitas: ya he mencionado las altas montañas, la eternidad y la noche, pero Kant asocia también a lo sublime el imperio infernal de Milton, las altas encinas del bosque sagrado, la luna solitaria, el enorme desierto de Shamo en Tartaria, las pirámides de Egipto, la basílica de San Pedro, el entendimiento, la audacia, la poesía de Young, la amistad, la tragedia, la guerra, la cólera de Aquiles, el color moreno y los ojos negros, la edad avanzada, la virtud verdadera, lo masculino, la inteligencia profunda, a los ingleses, a los españoles y a los alemanes, pero también a los árabes y a los nobles salvajes de Norteamérica, etc., etc.
  • Miguel Ángel Vidaurremembuat kutipan2 tahun yang lalu
    El mito de la melancolía impregnaba fuertemente los aires culturales que respiraba Kant, quien la exalta como un temperamento peligroso pero capaz de conducirlo hacia el disfrute de las más sublimes sensaciones.
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