Fulgor

He sido impregnada de los años alados, del dolor con pico y plumas, dentro de mí se segmentará otro corazón.

Siento que los cerros son un cuerpo vivo, con su centro en algún sitio que intuyo cercano.

Por la mañana he visto en el pedazo de espejo del baño las manchas oscuras en mi cara, culpa mía por no protegerme del sol

uno no lucha por guardar de sí sino los trozos más memorables, esos que con paso de los días y las semanas van cobrando la extraña perfección de lo perdido.

Estoy de pie bajo el sol que brilla en el cenit, los otros alumnos me miran mientras yo sigo allí, con el hijo muerto entre las rodillas. A las que son como tú antes las internaban, no se andaban paseando por la vida como si nada pasara. No sé quién dijo eso, no sé quién me señaló

El niño no se le parece: es rechoncho, debe estar atiborrado hasta el cogote de comida chatarra

El aliento fétido del cura me llega desde detrás de la celosía agujereada,

La belleza, como la fealdad, ya se sabe, siempre está en el ojo del que mira

Escribo: Todo lo que se siembra en la duda está condenado a morir

hago; el que los puso allí debió pensar que le protegerían de algo, y yo siempre he pensado que respetar los miedos ajenos nunca puede venir mal