La tejonera

Tiene la sensación de que su cuerpo funciona solo por el aire que contiene, pero sabe −aun sintiendo lo que siente, una sensación de fuerza, de reserva de fuerza, como si, cansado o no, aún diera más de sí− que esto es sobre todo una cuestión de voluntad.

El sol descendía ante ella, y él la observó cruzar los campos.
Esto lo es todo. Esto es todo lo que necesito, dijo.

como cualquier otro, y Daniel se quedó allí sentado bajo la lluvia sin más, enfriándose y escuchando el susurro de la lluvia al caer en el agua superficial y preguntándose a qué profundidad había llegado la sangre de ella.

La muerte de ella seguía siendo incomprensible y a la vez un hecho

Otra vez amenazaba lluvia, y el cielo se amorataba y se acercaba desde el mar.

Igual que un boxeador que avanza a trompicones para recibir gustosamente el puñetazo que por fin lo derribará. Que le permitirá descansar.

Deseaba el impacto final. Apenas le quedaban fuerzas para mantenerse en marcha, y sentía el intenso deseo de que se las arrebataran de un último golpe, el deseo de sufrir una colisión insuperable para poder yacer sin más.

y en el cansancio vacío que padecía

Los lugares sí tienen memoria, pensó. Los lugares deben tener memoria.

… como la hierba son sus días;
florece como la flor del campo;
… y pereció,
y su lugar no la conocerá más.