década de los veinte trajo consigo la experiencia, por lo menos para un gran sector de los revolucionarios, de que, para sostenerse en el poder y transformar al Estado, no bastaba con haberlo conquistado, sino que era indispensable seguir contando con el apoyo de las masas. En realidad, éste nunca les llegó a faltar, pero durante aquel tiempo se dio casi gratuitamente, sin que a cambio las masas recibieran sino muy poco.