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Blue Jeans

El campamento (Spanish Edition)

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  • Fanny Vargasmembuat kutipan3 tahun yang lalu
    El mal nunca queda sin castigo, pero a veces el castigo es secreto.
    Agatha Christie
  • Leila Rodriguezmembuat kutipan3 tahun yang lalu
    —Odio la caza. No la comprendo.
  • Leila Rodriguezmembuat kutipan3 tahun yang lalu
    Cuando traté el tema en el canal, varios seguidores que tenía en Argentina me dijeron que en aquellos días estaban más pendientes de lo que contaban en las diferentes televisiones y radios del país sobre este crimen que de su propia vida
  • Leila Rodriguezmembuat kutipan3 tahun yang lalu
    Durante varios minutos, Óliver le cuenta a Jorge y a Miren lo que sucedió hace diecisiete años en una urbanización de Buenos Aires.
  • Leila Rodriguezmembuat kutipan3 tahun yang lalu
    Durante varios minutos, Óliver le cuenta a Jorge y a Miren lo que sucedió hace diecisiete años en una urbanización de Buenos Aires. Una
  • Ximena Reyesmembuat kutipan3 tahun yang lalu
    Y es que enterrar juntas un cadáver en la montaña une más de lo que uno puede pensar.
  • Leila Rodriguezmembuat kutipan3 tahun yang lalu
    No siente ningún tipo de atracción sexual por nadie. ¿Eso es una ventaja o un inconveniente?
  • Leila Rodriguezmembuat kutipan3 tahun yang lalu
    La vida sin libros debe de ser muy triste
  • Ximena Reyesmembuat kutipan3 tahun yang lalu
    Saúl se acerca hasta él apuntándole con la escopeta. La escena se vuelve dantesca en cuestión de segundos. Aturdido, Luis consigue abrir el ojo derecho y se da cuenta de que el atleta está encañonándole con el arma. La imagen es borrosa, pero suficiente para ser consciente de lo que está viendo. Se siente amenazado y, en su intento por defenderse, se lanza con el abrecartas en la mano contra Saúl, al que consigue clavarle la hoja afilada en un brazo. El grito del saltador de pértiga coincide con el ruido del disparo. Luis cae al suelo con un balazo en el pecho.

    —¡Joder! ¡Me cago en la puta! —exclama Saúl, que se arranca el abrecartas del brazo. Suelta otro chillido desgarrador y después mira a Luis, que está tumbado en el suelo de la habitación.

    Lucía corre hacia él y se agacha a su lado.

    —¡Dios mío, Luis!

    —Me muero.

    —¡No! ¡No te vas a morir!

    —Sí —dice el joven, que dibuja una última sonrisa—. Es lo que quería... de... verdad. Sin ti, mejor... muerto.

    —¡Luis! ¡Por favor! ¡Aguanta!

    —Reza... por mí. Dios, perdóname.

    La chica intenta buscar el lugar exacto del que sale la sangre, que brota de su pecho a borbotones. Trata de tapar la hemorragia con las manos, pero es inútil. No hay solución. Es cuestión de unos segundos más. Luis muere en su bungaló. Es la sexta víctima que se cobra el campamento, el quinto miembro de aquel grupo de élite que había elegido el millonario Fernando Godoy. Aunque antes de cerrar los ojos para siempre, el joven le susurra algo a Lucía que ya no podrá quitarse de la cabeza:

    —Te... mentí. Yo... no... no asesiné a Ale... Alexis, ni... a nadie.
  • Ximena Reyesmembuat kutipan3 tahun yang lalu
    —¿Mi problema? ¡Cómo tienes los santos ovarios de decir que es mi problema! ¡Tú me has dado esperanzas de que tuviéramos una relación! ¡Dejaste que te abrazara! ¡Dejaste que te besara! ¡Y querías a otro! ¡Solo me utilizaste!

    Las lágrimas de Luis inundan su cara. Está completamente fuera de sí. Lucía lo observa aterrada, pero no puede cumplir con lo que le pide.

    —No voy a clavarte eso. No soy una asesina.

    —Es tu obligación. ¡Esto está pasando por tu culpa! ¡Mátame!

    —¡No! ¡No lo haré!

    —Entonces lo haré yo.

    Luis se incorpora y le arrebata el abrecartas a Lucía. La chica no adivina lo que va a suceder. Instintivamente, saca el espray de pimienta y rocía los ojos del joven. Este empieza a gritar como si estuviese poseído y cae encima de la cama soltando alaridos de dolor.

    Llaman a la puerta y Lucía se apresura a abrir, mientras el joven no deja de chillar. El que aparece es Saúl, que lleva la escopeta en las manos.

    —¿Qué ha pasado? ¿Qué han sido esos gritos?

    —Él es el asesino —dice la chica llorando—. Me lo ha reconocido.

    —¡Mis ojos! —repite Luis una vez tras otra mientras se revuelca en la cama.
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