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Lisa Kleypas

Sucedió En Otoño

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  • Ivanna Peñaloza Acevedomembuat kutipan7 tahun yang lalu
    Hoy me he dado cuenta de que no podré vivir sin ti, por muy testaruda y alborotadora que seas. Eres mi única esperanza de felicidad, tanto en esta vida como en la siguiente. Dime, Lillian, amor mío... ¿cómo es posible que te hayas colado en lo más profundo de mi corazón?
  • Ivanna Peñaloza Acevedomembuat kutipan7 tahun yang lalu
    —Mi amor, ¿nadie te ha dicho nunca que no es de buena educación reírse cuando un hombre se está declarando?
    Ella se sonó la nariz con un último y poco elegante resoplido.
    —Me temo que soy un caso perdido. ¿Todavía quieres casarte conmigo?
    —Sí. Ahora mismo.
  • Ivanna Peñaloza Acevedomembuat kutipan7 tahun yang lalu
    Ella asintió y se sonó una vez más; le habían salido manchas en la piel, tenía los ojos hinchados y la nariz no dejaba de gotear. No obstante, la visión de Marcus parecía sufrir algún tipo de alteración ya que, tras sujetarle la cabeza entre las manos, depositó un fuerte beso sobre su boca y dijo con voz ronca:
    —Eres preciosa.
  • Ivanna Peñaloza Acevedomembuat kutipan7 tahun yang lalu
    —¿Te habló la condesa acerca de la conversación que mantuvimos? —inquirió Lillian con cautela.
    Marcus sacudió la cabeza con una mueca en los labios. —Me dijo que habías decidido fugarte con St. Vincent.
    —¿Fugarme? —repitió Lillian, atónita—. Como si yo de verdad hubiera... Como si yo lo hubiera preferido a... —Se interrumpió de golpe, horrorizada al imaginar lo que él habría sentido. Pese a que no había derramado una sola lágrima en todo el día, el hecho de pensar que Marcus se hubiera preguntado siquiera por un instante si otra mujer lo había dejado por St. Vincent... Sencillamente, fue demasiado. Estalló en ruidosos sollozos que los sorprendieron a ambos—. No lo creíste, ¿verdad? ¡Dios mío, dime que no lo hiciste!
    —Por supuesto que no. —La miró con perplejidad y se apresuró a coger una de las servilletas de la mesa para enjugar el torrente de lágrimas de su rostro—. No, no llores...
    —Te amo, Marcus. —Tras arrebatarle la servilleta, Lillian se sonó ruidosamente la nariz y continuó llorando mientras decía—: Te amo. No me importa ser la primera en decirlo; ni siquiera me importa si soy la única. Tan sólo quiero que sepas lo mucho que...
    —Yo también te amo —dijo él con voz ronca—. Lillian...por favor, no llores. Me estás matando. Basta.
  • Ivanna Peñaloza Acevedomembuat kutipan7 tahun yang lalu
    —¿Qué son esos trocitos marrones? —preguntó Lillian con suspicacia mientras abría la boca a regañadientes para que él pudiera darle otra cucharada.
    —Da igual. Traga.
    —¿Cordero? ¿Ternera? ¿Tenía cuernos en un principio? ¿Pezuñas? ¿Plumas? ¿Escamas? No me gusta comer algo que no sé ni qué...
    —Un poco más —dijo él de forma implacable al tiempo que le metía de nuevo la cuchara en la boca.
    —Eres un tirano.
    —Lo sé. Bebe un poco de agua.
  • Ivanna Peñaloza Acevedomembuat kutipan7 tahun yang lalu
    —Señor Hunt —exclamó Lillian—, ¡de verdad me gustaría que pudiera prestarle alguna ayuda a lord Westcliff!
    Las cejas de Hunt se arquearon con sorna.
    —No tendrá miedo de que St. Vincent lo venza, ¿verdad?
    —La cuestión no es si tengo o no la suficiente confianza en las habilidades de lucha de lord Westcliff —replicó Lillian con impaciencia—. El hecho es que tengo demasiada confianza en ellas. Y preferiría no tener que acudir como testigo a un juicio por asesinato, por no mencionar el resto de consideraciones.
    —En eso tiene razón. —Tras ponerse en pie, Hunt volvió a doblar el pañuelo y lo devolvió al bolsillo de su chaqueta. Se encaminó hacia las escaleras con un breve suspiro y masculló—: Me he pasado la mayor parte del día tratando de evitar que mate a alguien.
  • Ivanna Peñaloza Acevedomembuat kutipan7 tahun yang lalu
    —Te juro que voy a descuartizarte.
    Mareada, Lillian musitó:
    —Marcus, espera...
    Sin más ceremonias, fue arrojada sobre Simón Hunt, que la cogió por instinto mientras Marcus corría a toda prisa hacia las escaleras. En lugar de rodear la barandilla, la sorteó de un salto y aterrizó sobre los escalones como un gato. Lo que siguió a continuación fue apenas un borrón de movimientos. St. Vincent trató de llevar a cabo una retirada estratégica, pero Marcus se arrojó hacia arriba, lo agarró por las piernas y le hizo caer. Lucharon cuerpo a cuerpo, maldijeron e intercambiaron una andanada de puñetazos demoledores hasta que St. Vincent trató de darle una patada al conde en la cabeza. Marcus rodó para evitar la pesada bota y se vio forzado a soltar a su adversario durante un segundo. El vizconde aprovechó ese instante para dirigirse a toda prisa escaleras arriba y Marcus corrió tras él. No tardaron en quedar fuera de la vista. Una entusiasta multitud de hombres los siguió gritando consejos, intercambiando comentarios y soltando vehementes exclamaciones acerca del espectáculo que ofrecían ese par de aristócratas peleándose como gallos.
    Pálida, Lillian miró a Simón Hunt, que esbozaba una media sonrisa.
    —¿Es que no piensa ayudado? —quiso saber.
    —Caramba, desde luego que no. Westcliff jamás me perdonaría que lo interrumpiera. Es su primera pelea de taberna. —La mirada de Hunt recorrió a la joven de forma amistosa.
  • Ivanna Peñaloza Acevedomembuat kutipan7 tahun yang lalu
    El ceño de Lillian se despejó y, de repente, pareció radiante de felicidad. Quizá más feliz de lo que Daisy la había visto jamás—. Por Dios, Daisy, es repugnante lo mucho que deseo estar con él. Me da la sensación de que hoy vaya hacer algo tremendamente estúpido. Como ponerme a cantar de repente o algo por el estilo. Por los clavos de Cristo, ni se te ocurra permitírmelo.
  • Ivanna Peñaloza Acevedomembuat kutipan7 tahun yang lalu
    —Milord —lo llamó Daisy con voz ansiosa, retrasándolo un poco—. La va a encontrar, ¿verdad?
    —Sí —respondió sin vacilación alguna—. Y después pienso estrangularla.
  • Ivanna Peñaloza Acevedomembuat kutipan7 tahun yang lalu
    —¡Dios mío! —murmuró él. La rodeó con los brazos, pero después los dejó caer a los lados, como si el simple hecho de abrazarla supusiera demasiado esfuerzo—. Lillian, Lillian...
    —¿Sí? —Ella parpadeó soñolienta, experimentando de súbito una necesidad abrumadora de dormir.
    —He cambiado de idea con respecto a la negociación. Puedes tener lo que quieras. Cualquier condición que impongas, cualquier cosa que esté en mis manos, la tendrás. Sólo dime que serás mi esposa para que mi mente pueda descansar.
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