muñeca cuando sostiene un bolígrafo. Está mal, sé que está fatal, pero conozco perfectamente su figura. Me voy a dormir pensando en ello y luego me despierto, voy al trabajo y me la encuentro allí, y es imposible. Le digo cosas con las que sé que coincidirá, solo para que me responda con un murmullo de asentimiento. Y es como si notara un chorro de agua caliente recorriéndome la puta columna. Está casada. Es brillante. Se fía de mí y lo único que quiero hacer yo es llevármela al despacho, quitarle la ropa y hacerle cosas indecentes. Y quiero decírselo. Quiero decirle que desprende luz, que me deslumbra de tal manera que a veces soy incapaz de concentrarme. A veces olvido por qué he entrado en un sitio. No doy pie con bola. Quiero empotrarla contra la pared y que responda con las mismas ganas. Quiero retroceder en el tiempo hasta el día en el que conocí al gilipollas de su marido y