sólo podemos ver a la sombra indirectamente a través de los rasgos y las acciones de los demás, sólo podemos darnos cuenta de ella con seguridad fuera de nosotros mismos. Cuando, por ejemplo, nuestra admiración o nuestro rechazo ante una determinada cualidad de un individuo o de un grupo —como la pereza, la estupidez, la sensualidad o la espiritualidad, pongamos por caso— es desproporcionada, es muy probable que nos hallemos bajo los efectos de la sombra.