Berlín atómico

Que a veces es necesario incomodar y sentirse incómodo. Que la verdad, la que viene del alma, che, no tiene intermediarios, y que es necesario explorarla incluso por la vía del conflicto, aunque duela y asuste.

Por eso lo suyo aquí en Berlín se parece más a una ausencia o, tal vez, como me dijo la otra noche, es el reflejo de estar tranquilamente extraviado.

Le dije que lo notaba muy cambiado, a ratos irreconocible. Sonrió. Lo tomó como un halago. Buscó mi mirada y luego apuntó al cielo con el azul de sus ojos. Ufff, menos mal, Cheché, de eso se trata, si no para qué venir tan lejos.

su forma de explicarlo es cínicamente hermosa, por verdadera: dice que ambos se aman con todo el corazón, pero que ella tiene un corazón más grande que el suyo.

detrás de cada fracaso hay al menos una discreta lucha por afrontar los días. Y eso es, a final de cuentas, lo que me interesa de la gente.

Porque si el motivo de un viaje es transformar la mirada, entonces el motivo del exilio es transformar la perspectiva, es decir, el lugar a partir del cual luego se desprende la mirada. Le dije que quizá es ahí donde se nos abrió la grieta, en esa distancia que hemos procurado entre nosotros mismos con las personas que éramos antes, en México.

Hoy me fumé un cigarro
que me prometí no fumar.
Igual me lo fumé:
con ganas,
con gusto,
con café,
con enjundia,
con decoro,
con audacia,
con perspectiva.
Porque solo tengo treinta años.
Y treinta no son tantos.

Las tortugas viven cien.

Kitty escuchó mi monólogo sin demasiado interés, y dijo que no soy el único en esa situación, que Berlín es como un puerto engañosamente abierto para todos, aunque su faro es tan brillante que también encandila a las polillas más estúpidas hasta cegarlas y matarlas de hambre.

Porque si el motivo de un viaje es transformar la mirada, entonces el motivo del exilio es transformar la perspectiva, es decir, el lugar a partir del cual luego se desprende la mirada. Le dije que quizá es ahí donde se nos abrió la grieta, en esa distancia que hemos procurado entre nosotros mismos con las personas que éramos antes, en México. Un cambio de perspectiva. Que ahora necesariamente interpretamos el mundo y a nosotros mismos desde ventanas diferentes, cuando antes, en México, veíamos todo desde un mismo balcón, de cara siempre a la misma calle. A Fiero le pareció acertado lo que dije, incluso me recomendó escribir al respecto, ahí está tu tema, Cheché, pero yo todavía no estoy listo para ello. Al

qué pensaba de Berlín. Le dije que me parecía una jungla bajo un domo de cristal. Y ¿tú? Lo mismo, me dijo. Exactamente lo mismo. Un caos contenido por reglas alemanas.