La chica que convirtió las cicatrices en flores

Tengo las noches a medias desde que te fuiste. Tengo el título de nuestro libro grabado a fuego detrás de los ojos. Todavía no puedo creer que se esté convirtiendo en un simple capítulo. Me niego a creer que dentro de diez años solo vaya a ser una parte de tu vida y no tu vida entera.

El vacío era imposible habiéndote conocido. Habiéndote querido y habiéndote arrancado tanta vida.

vida sin ti me parecía indigerible, inconcebible y, sin embargo, la soportaba a marchas forzadas mientras esperaba a volver a verte.

Yo te recibí, como siempre, con una sonrisa verdadera y el alma agujereada. Otra vez los mismos ojos, la misma magia. La calmada complicidad y las caricias instintivas. Otra vez el silencio. Otra vez el definitivo adiós.

Mientras, tú planeabas volver sin avisar. O quizás tu retorno fue un aviso de que entre nosotros nada puede planearse.

Después de eso, nos olvidamos los dos. Fingimos hacerlo. Pasaron los años y las cosas importantes, que hubieran sido todavía más importantes de haberlas vivido juntos.

pasó que tú y yo nos vimos algo que, por momentos, lo fue todo.

Y es que, asúmelo, para mí todas serán siempre otras. Aunque se casen contigo. Aunque sean madres de tus hijos. Aunque ellas sí y yo no.

tu deliciosa manera de contarme secretos como espero que ahora no lo hagas con otra.

decir verdad, lo único que no he olvidado yo de aquel lejano entonces es esa luz en tu rostro.