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Gabriela Cabezón Cámara

La Virgen Cabeza

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Pura materia enloquecida de azar, eso, pensaba Qüity, es la vida. En El Poso, uno de esos pequeños Auschwitz en que se habían convertido las villas en Buenos Aires, la hermana Cleopatra, una travesti que dice comunicarse con la Virgen, predica rodeada por una corte de chongos, putas, nenes y otras travestis. Qüity la vio por primera vez en los videos de las cámaras que vigilaban la villa. La vio bella, la escuchó elocuente: había que organizar la villa, sacar a los pibes del paco, a las pibas de la calle, y la Virgen les diría cómo. Entonces Qüity creyó haber encontrado la historia del año.Con una lírica sobrecogedora y un estilo completamente personal para abordar el lenguaje coloquial, Gabriela Cabezón Cámara pasa con inteligencia de la tragedia a la comedia; de la nostalgia, el dolor y el odio, al vértigo y el frenesí de la cumbia, las plegarias, el alcohol y el sexo. Un relato en el que la marginalidad aparece como el mayor de los abismos. Pero también una historia de amor, delirio, mística y desenfreno, de un humor absolutamente candoroso. Sin dudas, una revelación para la narrativa argentina y latinoamericana actual.
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142 halaman cetak
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Kesan

  • b2031492637membagikan kesan3 tahun yang lalu
    👍Layak dibaca
    🎯Bermanfaat

    Vale

  • Ana Saenzmembagikan kesan8 bulan yang lalu
    👍Layak dibaca
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Kutipan

  • b6113107597membuat kutipan4 bulan yang lalu
    El que tenga un paraíso, que lo cuide y que lo esconda
  • Ana Saenzmembuat kutipan8 bulan yang lalu
    Pura materia enloquecida de azar, eso, pensaba, es la vida. Me puse así de aforística allá en la isla, casi en pelotas, sin ninguna de mis cosas, ni siquiera una computadora, apenas algo de dinero y las tarjetas de crédito que no podía usar mientras estuviéramos en Argentina. Mis pensamientos eran cosas podridas, palos, botellas, camalotes, forros usados, pedazos de muelle, muñecas sin cabeza, la reflexión del collage de desperdicios que la marea deja amontonados cuando baja después de subir mucho. Náufraga me sentía, y creí haberme salvado de un naufragio. Ahora sé que de un naufragio no se salva nadie. Los que se hunden están muertos y los salvados viven ahogándose.
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