Una grieta en la noche

lo dejó ahí parado, con la cara de pendejo que no era de pendejo, sino de perro abandonado, como fue Julián desde que nació y ni su mamá lo quiso

–Lo que está haciendo es tratar de apagar un incendio con las manos. Ninguno de ellos puede salvar algo que lleva años quemándose.

Extinguirse también es una forma de despedida

Las primeras semanas que él y yo salimos no me cupo duda de que quería permanecer ahí por tiempo indefinido. Me gustaba todo lo que veía de él, me sentía atraída por su hermetismo, que era algo que siempre deseé en la primera parte de mi vida, soledad. Para mí cambiar de rumbo fue dejar atrás una multitud de voces y pasos de los que nunca me sentí parte. En cambio él sabía que adonde fuera estaría acompañado

A mi Paulina no le diría adiós, mi adiós de esa tarde era para el centro de la ciudad, que también me despedía.

Dos mujeres en ruinas diciéndose adiós.

recordé que Paulina y yo nunca tuvimos esa experiencia, jamás fuimos a misa.

Quiero quedarme con el pedacito de ciudad en la que viví con mis papás y mi hermano, aunque eso solo esté en el interior del edificio.

última cama de mi hija sería el lugar de mis sueños blancos, porque desde que desapareció, desde que la encontraron no tenía sueños, ni pesadillas, no tenía nada.

memoria de mi hija durante su paso por la ciudad.