Lo Bello Y Lo Triste

Eres capaz de ser bastante incómoda, tú lo sabes.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, cuando estás celosa, por ejemplo.

—Todas las mujeres son celosas; pero tú me enseñaste, hace mucho tiempo, que es una medicina amarga y peligrosa… una espada de doble filo.

—Con la que uno hiere al compañero y se hiere a sí mismo.

—Ocurra lo que ocurra, ya estoy demasiado vieja para un doble suicidio o para un divorcio.

—Ya es bastante feo que una pareja madura se divorcie; pero no hay nada más triste que un doble suicidio. Los ancianos deben de sentirse muy afectados cuando leen una noticia de ese tipo en los diarios.

Nada ha terminado. Sólo comienza algo. Además, ¿no crees que el final de algo es el comienzo de otra cosa?

«Eres más de lo que merezco. Es un amor que yo nunca soñé encontrar. Vale la pena morir por una dicha como ésta…

Supongo que en una mujer, hasta el odio es una forma del amor —prosiguió Keiko

–Me indigna que sigas enamorada de él a pesar de todo. ¡Qué estúpidas son las mujeres...! Eso es lo que me enfurece.

soledad y su aislamiento eran distintos de los de su madre.

—¿De modo que pensabas en eso? ¿Por qué tienes que preocuparte por una cosa así, a tu edad?

—¡Porque no soy tan tonta como tú, que has pasado veinte años enamorada de alguien que arruinó tu vida!

Las mujeres son seres dignos de compasión, ¿no te parece, Otoko? Un joven jamás se enamoraría de una mujer de sesenta años; pero, a veces, muchachas adolescentes se enamoran de hombres cincuentones o sesentones. No sólo porque piensen en obtener algo de ellos… ¿No estoy en lo cierto?

Supongo que en una mujer, hasta el odio es una forma del amor —prosiguió Keiko.

La brumosa lluvia primaveral suavizaba el perfil de la montaña que se levantaba más allá del río y la embellecía más aún. Tan mansa era la lluvia que las dos mujeres apenas si advirtieron que se estaban mojando, mientras caminaban de regreso al coche. Ni siquiera se molestaron en abrir los paraguas. Los delicados hilos de agua se perdían en el río sin alterar su superficie. Las flores de cerezo se entremezclaban con tiernas hojas verdes y los colores de los árboles florecidos se esfumaban en la lluvia con matices sutiles.