La persona y lo sagrado

En el ser humano, la persona es algo angustiado, que tiene frío, que corre en busca de un refugio y un poco de calor.
Eso lo ignoran aquéllos con quienes la persona, aunque sólo sea a la espera, se encuentra cálidamente envuelta en la consideración social.

Cuantas veces surge en el fondo de un corazón humano la queja infantil que Cristo mismo no pudo reprimir —«¿Por qué me hacen mal?»—, hay ciertamente injusticia. Porque si, como suele suceder, ésta es sólo el efecto de un error, entonces la injusticia consiste en la insuficiencia de la explicación.

Desde la primera infancia hasta la tumba, existe en el corazón de todo ser humano algo que, pese a toda la experiencia de los crímenes cometidos, sufridos y observados, espera invencible que se le haga el bien y no el mal. Eso es, antes que ninguna otra cosa, lo que es sagrado en todo ser humano.

Al buscar un equivalente latino del término griego hypostasis, con el cual los teólogos griegos designaban las tres «existencias» divinas (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo)

Desde la primera infancia hasta la tumba, existe en el corazón de todo ser humano algo que, pese a toda la experiencia de los crímenes cometidos, sufridos y observados, espera invencible que se le haga el bien y no el mal. Eso es, antes que ninguna otra cosa, lo que es sagrado en todo ser humano».