Al meditar acerca del alcance y la forma de las modernas elegías, además de las consagradas por los críticos y por el pueblo, observo que en dos instantes supremos de nuestras luchas, dirigentes revolucionarios, de indiscutibles dotes intelectuales, han dado a la posteridad involuntarias y breves elegías al comprobar la caída de extraordinarios compañeros de lucha. En los inicios de la guerra de 1895, una bala enemiga apagó la vida llameante del general Flor Crombet… José Martí escribió en su diario de campaña: “Ya no hay flor”. Y es de la misma estirpe la exclamación dolida del Che al conocer la muerte de su capitán glorioso: “Me han matado cien hombres”.