Alejandro lo vio de un modo diferente. Prometiendo dominar al animal, corrió hacia él, lo cogió por el ronzal y lo volvió de cara al sol; por medio de un convincente truco de habilidad en el manejo del caballo, se había dado cuenta de que Bucéfalo se asustaba de su propia sombra, por lo que le dio palmadas, lo acarició y lo tranquilizó, saltó sobre él, lo montó y finalmente cabalgó con él entre los vítores y aplausos de los cortesanos y las lágrimas de alegría de Filipo, del que se dice que predijo que Macedonia nunca contendría a semejante príncipe.