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Vaclav Smil

2050. Por qué un mundo sin emisiones es casi imposible

  • Carlos Vasquezmembuat kutipan7 jam yang lalu
    Ninguna ley natural nos impide realizar las enormes inversiones necesarias para sostener esa gigantesca transformación año a año: tenemos la opción de llevar a cabo una enorme movilización de esfuerzos constructivos y transformadores sin precedentes en el pasado, que duraría décadas y abarcaría toda la civilización. Pero también podemos reducir deliberadamente nuestro consumo de energía bajando nuestro nivel de vida y manteniéndolo en cotas bajas para así facilitar la reducción de todo el carbono de origen fósil.
  • Carlos Vasquezmembuat kutipan7 jam yang lalu
    Pero, además, no alcanzar en 2050 el objetivo poco pragmático de una completa descarbonización no significa no conseguir la limitación del calentamiento global medio a 1,5ºC. El aumento de las temperaturas no solo dependerá de nuestros esfuerzos por conseguir un suministro mundial de energía que sea limpio, sino también de los éxitos que obtengamos a la hora de limitar el CO2 y otros gases de efecto invernadero generados por la agricultura, la ganadería, la deforestación, los cambios en los usos del suelo y la eliminación de residuos. Al fin y al cabo, la suma de todos ellos supone al menos una cuarta parte de las emisiones antropogénicas del planeta. Y sin embargo, hasta ahora nos hemos centrado casi exclusivamente en el CO2 procedente de la quema de combustibles fósiles. Pero ese es un tema para otro análisis.
  • Carlos Vasquezmembuat kutipan7 jam yang lalu
    Dinamarca, donde la mitad de su electricidad procede de fuentes eólicas, es señalada a menudo como un ejemplo de éxito en el proceso de descarbonización: desde 1995 ha reducido sus emisiones relacionadas con la energía en un 56 % (frente a la media de la Unión Europea, de alrededor del 22 %). Pero, a diferencia de sus vecinos, el país no produce ningún metal importante (aluminio, cobre, hierro o acero), no fabrica vidrio flotado ni papel, no sintetiza amoniaco y ni siquiera ensambla automóviles. Todos estos productos consumen una gran cantidad de energía, de manera que mover a otros países las emisiones asociadas a su fabricación crea una inmerecida reputación ecológica para el país que hace la transferencia.
  • Carlos Vasquezmembuat kutipan7 jam yang lalu
    Desde que el mundo empezó a centrarse en la necesidad de poner fin a la quema de combustibles fósiles no hemos avanzado lo más mínimo en el objetivo de la descarbonización mundial absoluta. Dicho de otra forma: el descenso en las emisiones producidas en muchos países prósperos fue muy inferior al aumento del consumo de carbón e hidrocarburos en el resto del mundo, una tendencia que también ha sido un reflejo de la continua desindustrialización de Europa y Estados Unidos y el aumento de la proporción de producción industrial intensiva en carbono originada en Asia.
  • Carlos Vasquezmembuat kutipan12 jam yang lalu
    La conclusión es inequívoca: en 2023, tras un cuarto de siglo de transición energética orientada a esos objetivos concretos, no hubo descarbonización del suministro energético del planeta en términos absolutos. Bien al contrario, durante el último cuarto de siglo el mundo ha aumentado sustancialmente su dependencia del carbono de origen fósil.
  • Carlos Vasquezmembuat kutipan12 jam yang lalu
    Las redes energéticas de hoy en día presentan una gran complejidad, con una puesta en marcha y gestión que requieren mantenimiento y mejoras constantes. De ahí sus costes considerables. Y, con todo, no son más que una de las muchas partes que componen el sistema energético mundial. Por eso las transiciones energéticas globales resultan complicadas, presentan aspectos muy variados y son, además de lentas de ejecutar, bastante impredecibles en sus detalles.
  • Carlos Vasquezmembuat kutipan12 jam yang lalu
    Pero es que, más de dos siglos después de su inicio, ni siquiera hemos acabado de completar la primera gran transición energética. Cerca de 3.000 millones de personas (en África, Asia monzónica y América Latina) siguen dependiendo —principalmente para cocinar, y algunas también para calentarse— de las energías tradicionales de biomasa: en 2020, la leña (y el carbón vegetal fabricado a partir de ella), la paja y el estiércol seco seguían suministrando alrededor del 5 % de la energía primaria mundial.
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