—Te quiero —dice, alto y claro.
Se me doblan las rodillas. Creo que voy a tener un ataque al corazón por lo fuerte que late.
—¿Empiezas por el final? —me burlo—. Ni te has preparado un discurso. Qué decepción, Chris.
Vuelve a acercarse, pero interpongo la bolsa de la compra entre nosotros como si fuera un escudo.
—Lo único que puedo ofrecerte son palabras, Brenna. Ya te di mi corazón hace tiempo. Te lo di todo, pero sigues sin confiar en mí.
—Por favor. —Mi mueca de desprecio provoca destellos de dolor en su mirada oscura y odio que me importe—. Te has saltado la excusa, la explicación o lo que sea que quieres decir sobre esas fotos.
—Son obra de Julian. Encontré al periodista que escribió el artículo y le he pagado más de lo que le ofreció mi hermano para que revele la verdad.
—Por supuesto —asiento como si le entendiera.
—Lo conoces, sabes de lo que es capaz. No le permitas ganar, Brenna.
—Todo se reduce a competir con tu hermanito, ¿verdad?
Christopher suspira.
—Brenna, estamos a tiempo de arreglar todo esto.
—Y ya llegamos al tema de Matched —comento con expresión aburrida—. ¿Qué necesitas para salvar la aplicación y que salga adelante según lo planeado?
—¡Matched me importa una mierda! —estalla. Me sorprende tanto que la réplica preparada muere en mis labios. La ira de Christopher es fría normalmente, jamás lo he visto perder los papeles tanto como para gritar—. No he venido a buscarte para salvar el proyecto. Tengo más negocios y no voy a quedarme en quiebra. Venderé algunas propiedades, invertiré en otras cosas. No seré igual de rico, pero podré permitirme comprarte flores el resto de nuestras vidas.