Escuchar y transformar la ciudad

urbanismo y la arquitectura pueden ser una herramienta para afrontar los grandes retos sociales y ambientales de nuestro tiempo, y para hacerlo contando con la participación de todos los actores que intervienen sobre el hecho urbano: los profesionales de diferentes campos, las instituciones públicas, la ciudadanía, las entidades que conforman la sociedad y el sector privado.

se parte de una organización en cinco bloques de trabajo: comunicación, divulgación, participación, gobernanza y documentación

Estas cuestiones, que en los procesos de planificación pueden ser trabajadas a través del componente pedagógico y divulgativo, dando a conocer el impacto que la ordenación territorial tiene sobre nuestra realidad cotidiana y las cuestiones sobre las que esta incide, requieren de otros instrumentos en las fases posteriores. Ejemplo de esto sería el desarrollo de operaciones demostrativas, entendidas como intervenciones reales y de calidad, que materializan los planes y refuerzan el potencial pedagógico de la ordenación territorial.

Una de las principales debilidades de la planificación territorial es, como ya se ha mencionado, la amplitud tanto de los temas como de la escala que abarca. Este hecho, unido a la compleja estructura competencial de las administraciones que intervienen sobre un territorio, hace difícil visibilizar la manera en que los objetivos y las estrategias se materializan finalmente.

Ante esa realidad, resulta necesario un nuevo enfoque de la gobernanza territorial, que permita coordinar y articular estos procesos de decisión y el impacto de los mismos sobre el territorio a través de mecanismos multinivel, tanto en su dimensión vertical (de lo local a lo regional) como desde la perspectiva horizontal y transdisciplinar (entre ámbitos temáticos, departamentos y áreas de las correspondientes administraciones, etc.).
La participación territorial no puede limitarse únicamente a la creación de una serie de canales, organizados por escalas, que vehiculen la participación de los distintos grupos de agentes. Por ello, el proceso ha de contemplar la ne­­ce­­sidad de generar estructuras de gobernanza claras y operativas que permitan realizar las necesarias labores de concertación multinivel —entre agentes de diferente naturaleza y diferentes es­­calas— para, a su vez, alcanzar acuerdos.

conforman un mapa de agentes con intereses, capacidades y conocimientos diversos.
La participación ha de atender, por tanto, a la naturaleza de dichos agentes, pues los mecanismos que la garantizan resultan radicalmente diferentes, así como las cuestiones sobre las que se participa y los resultados que se generan en el proceso.

Así, la metodología articula la participación desde la base, partiendo de acciones a escala municipal y de proximidad, para acercarse posteriormente a la escala subregional (las llamadas “áreas funcionales”, u otro tipo de denominaciones que se emplean para definir los ámbitos a esta escala intermedia), y regional, a través de otros mecanismos (sesiones de trabajo, talleres y presentaciones). En algunos casos, como el de la escala municipal, puede ser necesario articular la participación a través de entidades representativas (como las federaciones y agrupaciones de municipios) que permitan economizar los recursos, pero siempre desde la idea de que los resultados obtenidos sirvan como base de trabajo para el proceso en las fases posteriores.

Un territorio, varias escalas
Como se ha comentado, la primera cuestión a la que resulta necesario atender desde el planteamiento metodológico es la de las escalas. Para ello, se plantea una metodología capaz de establecer mecanismos de concertación de propuestas desde la escala local hasta la escala territorial, buscando la convergencia en soluciones compartidas capaces de dar cuenta de la diversidad territorial.

ontramos la apelación a la competitividad en términos de eficacia, calidad y precios que sustenta nuestro sistema productivo y los objetivos de prosperidad y calidad de vida.

la cohesión económica y social, el desarrollo sostenible y la calidad de vida, pero sin una propuesta de directrices o estrategias espaciales, aplicados posteriormente con desigual impacto —e interés— por parte de los estados miembro