Marzia Sabella

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    «Veintiún años y cinco meses menos tres días», había concretado en la entrevista de 1967 para el documental de TV Sette «La viuda de la lupara»
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    consiguió evitar las palabras que jamás habría querido decir. ¿No has tenido bastante con lo de tu marido y tu hijo? Tú has hecho que los maten. Asesina. Y no lo digo solo yo que eres una asesina. Va, va, tira tú también para el camposanto que allí nos encontraremos.
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    la boca se abre solo para que salga lo justo y necesario, de lo contrario le entran moscas.
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    ¿No es cierto, señor Rocco?, preguntó, mirando al huésped a punto de salir como si quisiera volver a sus asuntos. A usted se lo pido: tal como se está llevando a mi marido, me lo devuelve. Solo lo conozco a usted y a usted esperaré, aquí, en la tienda, hasta medianoche, después quiero acostarme sin preocupaciones. Y escupió al suelo.
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    «La señora Fina está al corriente de todo».
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    Porque la muerte es la muerte, suspende la guerra y activa la legislación especial del tiempo de luto.
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    El mafioso va a misa, lleva la imagen de los santos, brinda en las bodas, da limosna al desocupado y presta el arado a su vecino. Es una cuestión de integración social: la mafia no existiría sin esa integración.
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    Doña Fina no era mujer de desaparecer en la tristeza del recuerdo y el dolor, y tampoco en la limpieza de la sacristía, y mucho menos de volver a casarse; no por el temor a nuevas habladurías, sino porque hubiera sido su tercer matrimonio y, como explicaba a sus hermanas, ya no habría podido acostumbrarse al olor de otros pedos. Tenía otras cosas que hacer como para permitirse la inmovilidad de la viudez o el frenesí de otro matrimonio.
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    Stefanù, Stefanuzzu, te he visto crecer y ahora en la caja te veo.
  • Sol Ríosmembuat kutipantahun lalu
    Hace falta rabia para imaginarse uno saliendo de casa con una pistola, sabiendo que la llevas para usarla, apuntar, bum, disparar. Hace falta una cólera inmensa para pensar en matar a un padre y un hijo sentados en un bar. Es necesaria una enorme furia, aunque se vaya con dos compinches que se reparten la culpa y atenúan el pecado.
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