En cuanto a ser felices, eso es
lo terriblemente difícil, lo extenuante.
Es como llevar en equilibrio
sobre la cabeza una preciosa pagoda,
hecha de vidrio soplado, con campanillas
y débiles llamitas,
y ejecutar hora tras hora los mil
oscuros y pesados movimientos de la jornada
sin que ninguna lucecita se apague,
ni ninguna campanilla desentone.