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Márai Sándor

  • b9657185660membuat kutipan2 tahun yang lalu
    Fíjate en ese hombre. Espera, no mires ahora, gírate hacia mí, sigamos charlando. Si mirase hacia aquí podría verme y no quiero que me salude... Ahora sí, ya puedes mirar. ¿Ese bajito y rollizo del abrigo con cuello de garduña? No, qué dices. Es el alto y pálido, el del abrigo negro que está hablando con la dependienta rubia y delgada. Le están envolviendo naranja escarchada. Qué curioso, a mí nunca me compró naranja escarchada.
  • Lalo Hdezmembuat kutipantahun lalu
    A veces pienso que uno decide hacer algo no porque sea una cosa buena o sensata sino simplemente porque puede hacerlo.
  • Lalo Hdezmembuat kutipantahun lalu
    Cuando mi marido y yo nos divorciamos, no pensé ni por un instante que pudiéramos quedar como «amigos».

    Por supuesto, él seguía siendo educado y atento, incluso generoso, como era su costumbre y su deber. Pero yo no fui ni educada ni generosa, me llevé hasta el piano, sí, como tiene que ser. Anhelaba venganza, me habría gustado llevarme todo el piso, hasta las cortinas, todo. Me convertí en su enemiga en el momento del divorcio y lo seguiré siendo hasta el día de mi muerte.
  • Lalo Hdezmembuat kutipantahun lalu
    Cuando se fue me eché a llorar. No soy estúpida, entendí exactamente lo que me había querido decir, eso que con palabras llanas, simples y directas no se puede expresar jamás: que existía entre nosotros una diferencia de estilo; que yo vengo de otro mundo, aunque haya aprendido todo lo que hay que saber y ahora pertenezca, como él, a la alta burguesía. A mi alrededor todo presenta un matiz ligeramente distinto de como a él le gusta, de a lo que él está acostumbrado. El burgués es mucho más sensible a esos matices que el aristócrata. El burgués tiene que estar toda la vida demostrando quién es. El aristócrata ya ha demostrado quién es en el momento de nacer. El burgués se siente obligado a acumular o, por lo menos, a salvaguardar durante toda su vida.
  • Lalo Hdezmembuat kutipantahun lalu
    Una vez me habló de este asunto. Estaba leyendo un libro alemán y dijo que en ese libro había encontrado la respuesta a la gran pregunta de su vida. A mí no me gustan las «grandes preguntas», creo que una persona está y estará siempre rodeada de miles de preguntas que sólo tienen sentido en su conjunto, y le pregunté con cierto tono sarcástico:

    —¿De verdad crees que ahora ya te conoces?

    —Pues claro —respondió, y su mirada tras los cristales de las gafas era tan sincera y honesta que me arrepentí de haber hecho la pregunta—. Yo soy un artista, pero no he encontrado mi forma de arte. Se da en las familias de la burguesía, y cuando ocurre, esa familia se extingue.

    Nunca más volvió a hablar de ello.
  • Lalo Hdezmembuat kutipantahun lalu
    Él leía como si estuviera cumpliendo una de las grandes obligaciones de su vida. Si empezaba un libro lo leía hasta el final, aunque lo irritara o aburriera. La lectura era un deber irrenunciable para él, respetaba la letra impresa como los sacerdotes respetan las Sagradas Escrituras. Se comportaba de la misma manera con la pintura; iba a los museos, al teatro y a los conciertos con la misma disposición. Sentía gran afinidad por todas las manifestaciones del alma. Yo sólo sentía afinidad por él.
  • Lalo Hdezmembuat kutipantahun lalu
    ¿Sabes quién era mi marido? Era el fenómeno más extraño del mundo: era un hombre. Pero no en el sentido teatral de «héroe romántico». Tampoco como se diría de un campeón de boxeo. Su alma era varonil, era un hombre de ánimo reflexivo y consecuente, inquieto, atento y previsor. Esto yo tampoco lo sabía entonces. En la vida hay cosas tremendamente difíciles de entender.
  • Lalo Hdezmembuat kutipantahun lalu
    Comprendí que mi marido, a quien creía mío por completo, a quien, como se suele decir, creía conocer en cuerpo y alma, incluso sus secretos más profundos, no me pertenecía; era un extraño, un extraño que me ocultaba secretos. Era como si hubiese descubierto algo de él, que había estado en prisión o que tenía inclinaciones inconfesables, algo que no casaba de ninguna manera con la imagen que me había ido creando de él en los años anteriores.
  • Lalo Hdezmembuat kutipantahun lalu
    ¿Y cuál es el poder que una persona ejerce sobre el alma de otra? ¿Por qué tenía poder sobre el alma de mi marido aquel hombre infeliz, inquieto, inteligente, temible y a la vez imperfecto y herido? Porque tenía poder, como descubrí más tarde, un poder peligroso, fatal. Mucho tiempo después mi marido me dijo que aquel hombre era el «testigo» de su vida. Trató de explicarme lo que quería decir con eso. Dijo que en la vida de todos los seres humanos hay un testigo al que conocemos desde jóvenes y que es más fuerte. Hacemos todo lo posible para esconder de la mirada de ese juez impasible lo deshonroso que albergamos en nuestro seno. Pero el testigo no se fía, sabe algo que nadie más sabe. Pueden nombrarnos ministros o concedernos el premio Nobel, pero el testigo tan sólo nos mira y sonríe. ¿Tú crees en este tipo de cosas?
  • Lalo Hdezmembuat kutipantahun lalu
    —De acuerdo, tengo cierta inteligencia y gran sensibilidad, pero ¿qué opinas de mi carácter y mi espíritu?
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