Ediciones El Naranjo

¿No dicen que los amores se diluyen en el olvido como los fantasmas en la lluvia? Ah, no, esas eran las lágrimas.

Seré feliz muriendo de tristeza, inmolándome de amor, para siempre, Eneas.

Te maldigo y no quiero maldecirte. Te amo y no quiero amarte. He tenido tus caricias y ahora tendré el filo de tu espada.

Mi mamá dice: Te viene la historia, porque mi abuela también dice así. A mí se me hace rara esa expresión. No la entiendo muy bien. Es como si tuviera la historia metida entre las piernas, la historia del tiempo y del espacio, la historia de la humanidad

Yo, por ejemplo, no me acuerdo de mi principio. Nadie se acuerda de su principio. Eso también es raro. De pronto, cuando nos damos cuenta, ya estamos sucediendo, ya vamos a la mitad, ya somos una persona.

estoy convencida de que el mundo me pertenece. Aún ignoro que estoy equivocada: soy yo quien, desde que nací, le pertenezco

Y sobre mi tapete, encogida, pienso que el Dios de las mujeres no es el mismo que el de los hombres.

Me querían invisible, así que me convertí en lluvia. Pero la lluvia no es transparente. Ni tranquila, ni dócil, ni frágil

Aquí, sin cooperación ni solidaridad, los seres humanos no pueden sobrevivir. Por eso somos tan unidos en los pueblos. Por eso nuestras tradiciones perduran; para bien y para mal.

Soy la actriz que interpreta el papel que la comunidad escribió para ella desde hace miles de años. Había una vez una joven núbil que, mientras esperaba casarse, iba dulcemente a llevarle la comida a su papá. La cabeza gacha. Ideas simples. Amordazada.