—Hemos llevado hasta tres, antes —dijo Kaladin—. Atados en lo alto del puente. Apuesto a que podremos meter a tres más y llevar a otro en la litera del agua.
—¿Y si tenemos más de siete?
—Tormentas, Teft —dijo Kaladin, empezando a coser—. Entonces traeremos a los que podamos y volveremos a sacar el puente para traer a los que dejemos atrás. Traeremos a Gaz con nosotros si los soldados piensan que vamos a escaparnos.
Teft guardó silencio, y Kaladin se preparó para soportar una muestra de incredulidad. Sin embargo, el avezado soldado sonrió. De hecho, parecía tener algunas lágrimas en los ojos.
—Aliento de Kelek. Es cierto. Nunca pensé…
Kaladin frunció el ceño, miró