Sabes que tú no puedes ir al colegio.
–Por supuesto que lo sé, tonto –intenté disimular el dolor que me provocaban sus palabras. En realidad, no había pensado en ello. Siempre estaba junto a Victor. Había imaginado que iríamos juntos al colegio. La idea de que no iría, de que no podía ir con él, me inundó la cabeza como si fuera las aguas del lago. Hice un esfuerzo por salir a la superficie para respirar y controlar cómo me sentía.
–¿Así que quieres que nos separemos? –sus ojos oscuros centellearon como relámpagos, sabía que les seguiría un trueno resonante.