Jaime Mesa

  • R Güemesmembuat kutipantahun lalu
    Los platos escurrían el agua de la desidia
  • R Güemesmembuat kutipantahun lalu
    Esa decisión se parece al gustito que siente al guardarse en el despeñadero de los labios cada una de las versiones que puede sorrajarle a Eleazar
  • R Güemesmembuat kutipantahun lalu
    Abría la gaveta de Micaela y aquel olor se remediaba del encierro
  • R Güemesmembuat kutipantahun lalu
    El alma se mira en el aliento
  • R Güemesmembuat kutipantahun lalu
    Por la cruel influencia que ejercen los hábitos, empecé a acostumbrarme a su presencia.
  • R Güemesmembuat kutipantahun lalu
    después yo le daría a nuestros ratos una relevancia urgente, como si escarbar en esas horas, desatarlas del nudo, sacarlas del carrete, pudieran devolver a Micaela a la tierra
  • R Güemesmembuat kutipantahun lalu
    La ladina que se dio mañas para no desaparecer acá y allá pero que terminó acá y allá, desvanecida. Que fuera otra persona no obraba razón para que alguien no le permitiera volver
  • R Güemesmembuat kutipantahun lalu
    hormigas nocturnas que salen de una hendidura en el concreto, que marchan por la banqueta y suben a masacrar con paciencia al ficus
  • Juan Díazmembuat kutipan2 tahun yang lalu
    Qué ganas de habérmelos comido en lugar de soltarlos. Qué ganas de abrirle la panza a la Gena y sacarle el útero a tu madre, darle un mordisco, asfixiarme con todos esos vapores de carne caliente, llena de esa putrefacción lenta de los miomas negros y guardados ahí hacía una década. Ahí te engendraste, cabrón. Y ahí, en ese centro ahora infértil, había estado el Servando, una y otra vez, regando su simiente, desperdiciando placer. Ése era el centro del universo de los Mier y me lo hubiera comido a pedazos. Habría lamido con ganas esos miomas negros, como bellotas encarnadas, que seguramente tenía tu madre. Me habría encantado tener esa bola de carne desbordándose en mi mano
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