Las casas decoradas con originales de Andy Warhol, con esculturas estilo Bernini no resultan; los ambientes edulcorados, qué va, esas habitaciones con camas de agua, inciensos de sándalo a los lados y televisores de pantalla plana no me llenan; esas conversaciones sobre la inevitable caída del dólar y el advenimiento del socialismo del siglo veintiuno no me convencen. Queremos cosas más apegadas al suelo, que suelen ser las que nos aseguran que estamos realmente vivas. Como cuando cortan la electricidad y los mosquitos te empiezan a picar y zumbar al oído, o cuando llueve mucho y se te inunda la casa, algo así.