Tenía que afrontarlo, con o sin pastillas, mis emociones estaban anestesiadas, a menos que la fatiga contara como emoción. Así que decidí obligarme a mí misma a dejar de pintar por un tiempo, o tal vez para siempre, obligarme a parar por completo, a menos que algo se impusiera sobre mí, algo a lo que deshonraría por completo si no pintaba mejor de lo que ya era capaz de hacer. Y por eso no envíe materiales a lo de Ray y Christa, porque el viaje me pareció una oportunidad ideal para despejar mi mente de cualquier impedimento para pintar mejor e, incluso, si en lugar del impedimento me quedaba con nada, por lo menos sobre mi cabeza brillaría el sol.