Cada campeonato arranca de vuelta en la infancia y nos recuerda que a veces es mejor envejecer en mundiales que en sexenios
Jesús Pérez Esquivelmembuat kutipantahun lalu
porque en la tierra donde el águila se comió a la serpiente ser patriota significa honrar a los perdedores
Jesús Pérez Esquivelmembuat kutipantahun lalu
El PRI había logrado a expensas de su férrea disciplina lo que en futbol jamás sería posible; alzar la copa cada seis años, cada vez que se le diera la gana y pasando por encima de cualquier rival.
Jesús Pérez Esquivelmembuat kutipantahun lalu
País tan grande, pretendido gigante regional, por qué habría de buscar fogueo si en la región ya somos excelentes.
Jesús Pérez Esquivelmembuat kutipantahun lalu
Quizá podríamos ofrecer una explicación inverosímil, y no por ello menos precisa: el futbol mexicano padece no de gigantismo sino de una desmedida adolescencia.
Yatzel Roldánmembuat kutipan2 tahun yang lalu
Pero el año mundialista es laxo con nuestras reticencias y ofrece licencia para desbarrar y pintarse la jeta color bandera y hacerse baba de ola y truene de matraca y convencernos de que sí se puede aunque nunca se haya podido y que aun cuando se pueda, si llega a poderse, nos vamos a tomar una licencia para desbarrar y mandar todo a la matraca porque en realidad lo que queremos es cantarle a lo imposible.
Yatzel Roldánmembuat kutipan2 tahun yang lalu
A ser mexicano uno se acostumbra, pero buscar en el hábito una identidad nacional es, cuando menos, sospechoso. Aprendemos rápido: carrancear es un verbo regular. A las balas les decimos parque.
Yatzel Roldánmembuat kutipan2 tahun yang lalu
Cada año mundialista trae consigo una promesa —el Quinto Partido, mito fundacional de nuestro credo— y un sistema de monetización multinivel tan eficiente que ha logrado independizarse de los resultados, sobre todo si toca compartir grupo con Alemania.
Yatzel Roldánmembuat kutipan2 tahun yang lalu
Ahora bien, ¿cuánto tiempo cabe en un año mundialista? Según mis cálculos, medio año gregoriano y cien de los cósmicos. Una cuauhtemiña bien vale una década de torrados, y un brochazo del Maestro Galindo directo al lienzo, hasta dos.
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