te limitas a decir que no hay escapatoria, que, desde el momento en que nacemos, llevamos el destino grabado en los genes y que las decisiones que tomamos no son más que espejismos, fantasmas que intentan convencernos de nuestro libre albedrío.
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Siempre había sido consciente de que el pasado no moría sólo por desearlo.
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El pasado no era un hilo que dejábamos suelto a la zaga, sino un ancla.
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Creo que, para ti, la familia no era un vínculo lo bastante fuerte como para atar a las personas.
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Te habías marchado sin dejar rastro. Eras un fantasma en mi cerebro, en mi estómago. Empecé a preguntarme si alguna vez habías llegado a existir
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Tú no poseías los mecanismos necesarios para engendrar hijos. Además, cuanto más envejecías, mejor lo entendías: no tenías la determinación necesaria. Eras de las que huían, de las que se rendían. Era una estela que ibas dejando tras de ti como un caminito de migas de pan a la inversa que podrías haber seguido –de haber sentido el impulso– para demostrar que no eras alguien de quien se pudiera depender
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La gente les transmite a sus hijos algo más que el color del pelo y los ojos, ¿no? Los niños son un mapa de genes
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Los lugares en los que nacemos siempre regresan a nosotros. Se disfrazan de palabras, pérdidas de memoria, pesadillas
Paty de la Torremembuat kutipan2 tahun yang lalu
imaginábamos que era él: el padre difunto hacía tanto tiempo, la razón de la tristeza de nuestra madre y de nuestra existencia.
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imaginábamos que era él: el padre difunto hacía tanto tiempo, la razón de la tristeza de nuestra madre y de nuestra existencia
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